Si echamos un vistazo al panorama de inversión español nos encontraremos un panorama desolador por lo que respecta a este tipo de inversores. ¿Por qué hay tan pocos VC en España en relación con otros países de nuestro entorno?
Podríamos perdernos en explicaciones vanas (aunque ciertas), como la legislación o la falta de impulso por parte de las Administraciones Públicas. Pero solo explicaríamos una parte del problema. En realidad son dos las razones por las que observamos este déficit en nuestro país.
La primera y principal radica en el perfil del inversor medio español: cortoplacista, especulador, apegado a los bienes raíces y absolutamente desconfiado de lo que no puede tocar y ver. Hasta tal punto llega esta ceguera que conozco familias adineradas de mi tierra cuya reacción al pinchazo de la burbuja inmobiliaria es esperar a que ésta vuelva a aparecer. Increíble, pero cierto.
La consecuencia financiera de este factor cultural es que las carteras de inversión españolas están mal diversificadas. Mientras que una cartera estadounidense guarda un porcentaje (bajo) en activos de alto riesgo como los representados por las startups, en España el perfil está inclinado hacia la parte de la curva de menos riesgo. Esto se traduce en la ausencia de fondos disponibles para invertir en proyectos de emprendedores. Haría falta un porcentaje diminuto de la cartera, pero bastaría para que hubiese liquidez suficiente.
La segunda razón estriba en el comportamiento de los VC españoles. Como sabemos, un aspecto esencial del capital riesgo consiste en que los inversores puedan vendar su porcentaje de la empresa participada y obtener una plusvalía. Ocurre sin embargo en España que cuando un inversor pequeño que invirtió en una empresa y permaneció en ella durante un tiempo desea salir vendiendo su porcentaje a otro inversor de mayor tamaño se encuentra con que no puede.
El fondo grande insiste en que sus fondos entrarán como ampliación de capital y que su dinero no se destinará al bolsillo del inversor pequeño. Esto significa que el pequeño debe quedarse aún más tiempo en la empresa sin poder salir, viendo aumentado su horizonte de inversión y el riesgo al que está atado. Enfrentado a esta perspectiva, el inversor prefiere no entrar a invertir en primer lugar. Es un círculo vicioso creado por los propios inversores y del que es difícil salir.
En otra entrada comentaré posibles vías de salida de los problemas anteriores.
Antonio Manzanera.
- Partner en Savior Venture Capital.
- Web: www.finanzasparaemprendedores.es
- Antonio Manzanera en Twitter.
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