Repetir que el escenario competitivo de los negocios se ha venido complejizando de un tiempo a esta parte, resulta ya casi una irrespetuosa obviedad. Aún así, el accionar vigente de organizaciones y marcas, que en su esfuerzo por mostrarse competitivas y diferentes no hacen más que perder diferenciación, invita a repensar la forma estratégica de entender el negocio.
Habilidades que construyen valor
En cualquier bibliografía de negocios es posible leer acerca de la necesidad ineludible de contar con ventajas competitivas a la hora de ofrecer algo en algún mercado. Consecuentemente, si usted dirige o analiza algún negocio, ya habrá sabido identificar cuál es la ventaja diferencial de su oferta. Así, posiblemente sus productos o servicios podrán resonar mejor en compradores que prioricen el precio, en quiénes ponen el foco en la funcionalidad técnica o en aquellos que asignan gran relevancia a lo que transmite su marca, por ejemplo.
De lo anterior entonces, quedan determinados dos aspectos indisociables para el posicionamiento de cualquier negocio: por un lado, la diferenciación de la oferta y, por el otro, los atributos preferidos por la demanda. Así, identificamos con claridad que en la medida que seamos capaces de ofrecer una propuesta de valor diferencial que haga foco con los atributos preferidos por un determinado grupo de compradores, habremos dado un paso muy importante en pos de lograr un posicionamiento positivo y defendible.