A lo largo del año tengo muchas oportunidades de hablar de Branding Personal a muchas personas diferentes. Aunque el fondo de mi mensaje suele ser parecido (la necesidad de ser percibidos como personas valiosas), el efecto producido es completamente distinto en cada ocasión. Las reacciones van desde el entusiasmo enfervorecido hasta el odio absoluto pasando por la indiferencia cruel.
Cuando termina el acto, siempre me pregunto que es lo que hace que una persona asuma este concepto como algo imprescindible e inmediatamente se ponga en marcha y que para otras no deje de ser algo anecdótico o incluso repudiable (reacción habitual de mucha gente de R2H2). Con el tiempo he acabado encontrando una explicación satisfactoria que está relacionada con la estructura de mi modelo.
En muchas ocasiones he hablado aquí de la importancia del establecimiento de objetivos para diseñar un plan de Marca Personal. Los objetivos nos ayudan a fijar la ruta, a no desviarnos, a optimizar recursos y además transmite confianza a los demás. Durante mucho tiempo lo he considerado como el primer paso para diseñar una estrategia de Marca Personal. Pero una vez más, me equivoqué. O al menos eso creo.
Lo que me ha hecho plantearme algunas modificaciones es algo muy simple, las caras de los asistentes. Cuando hablas de trabajo, persistencia, coherencia, tiempo, esfuerzo, etc. para posicionarte profesionalmente, básicamente veo dos reacciones. La de quién me mira con cara de “esto no va conmigo porque no lo necesito” y la de quién pone los ojos como platos como diciendo “esto va a ser duro, pero es justo lo que necesito para conseguir lo que quería”.
Con el tiempo he visto que esas dos opciones corresponden a dos mentalidades profesionales, la de empleado y la de emprendedor. Ojo, cuando hablo de emprendedor no me refiero unicamente a alguien que se lo monte por su cuenta. Es algo más mental, es una forma de pensar independiente del tipo de contrato que te vincule con tu “cliente”, aunque este sea un contrato fijo.
La cuestiones clave son “¿Por qué tendría que hacer todo esto?”, “¿Por qué habría de complicarme mi tranquila y confortable existencia?”, “¿Por qué voy a luchar por algo que deseo si ya tengo lo que necesito para sobrevivir?” Y ahí está la diferencia. La respuesta a esos “Porqués” es la gasolina que nos va a poner en marcha o nos va a dejar donde estamos (mientras eso sea posible).
Las respuestas a esos “Porqués” suelen ser de dos tipos. Podríamos definirlos como el Empujón y la Visión.
Quienes se ponen en marcha por un EMPUJÓN son aquellos que, de pronto, se encuentran en una situación complicada. Un despido, una pérdida de ingresos, un susto. Son aquellos que, de repente, ven las orejas al lobo. Muchos de ellos son los que en alguna ocasión me dijeron que esto de la Marca Personal era una chorrada, que ellos ya tenían un “empleo” o que esto no iba con ellos. Son los que en los talleres no quieren hacer los ejercicios y los que se echan hacia atrás con aires de suficiencia y superioridad. Pero ahora, cuando todo ha cambiado, me dicen cosas como “Que razón tenías Andrés y no te hice caso”.
Los que tienen una VISIÓN, un sueño, una idea de una vida personal y profesional mejor no responden a patadas. Lo que les hace moverse es algo que tira de ellos. La fuerza que les impulsa no viene de fuera sino de dentro. Quieren comerse el mundo antes de que el mundo les coma a ellos. Por eso no dependen de las circunstancias. Dependen de sí mismos y eso es algo fundamental en el Branding Personal. Son personas a las que les brillan los ojos cuando les hablas. Te miran con cara de “por fin hay alguien que me entiende”. Solo necesitaban alguien que les diese algunas pautas, herramientas y métodos. Desgraciadamente son una minoría.
Dicen que el sueño de todo emprendedor o empresario es elegir a sus propios clientes. Afortunadamente ya voy teniendo claro con qué tipo de clientes quiero trabajar. Adivina cuales son.