¿El problema? Que vivir en una eterna contradicción no es demasiado saludable en términos de salud mental, pero es al mismo tiempo lo único que permite a los“marketeros” seguir vivos y coleando. He ahí precisamente la paradoja.
Aunque obligados como están a convivir con la contradicción, los “marketeros” corren el peligro de perder la cordura, no les queda otra que dejarse atrapar (de vez en cuando) por la locura más absoluta. Al fin y al cabo, el marketing no deja de ser una afortunada amalgama de sensatez e insensatez.