Las estrategias de las marcas se componen de tres partes: idea, diseño y mensaje. Y la mayoría de las veces, los marketeros caen en el error de querer dotar a sus campañas de los más llamativos y originales eslóganes acompañados de espectaculares elementos visuales pero olvidándose del objetivo principal de la marca: transmitir su mensaje.
Es cierto que en el saturado mundo digital en el que los usuarios reciben miles de mensajes cada día, es necesario tratar de llegar a la audiencia de manera atrayente pero eso no debe ir en perjuicio de la claridad de la comunicación.
Porque al fin y al cabo, lo único que una marca quiere es comunicar y si el mensaje no es simple, claro y directo, tenga por seguro que el consumidor no está dispuesto a esforzarse lo más mínimo para descifrar jeroglíficos imposibles.
Para todo marketero es más que complicado resistirse a esos seductores mensajes, juegos de palabras y demás malabares verbales para lograr la distinción de marca pero, lo cierto es que, en muchas ocasiones, resulta contraproducente.