Cuando tenemos la misión de comercializar productos y/o servicios, el 90% de las empresas están de acuerdo en que la disciplina del marketing, sin lugar a dudas, les ayuda en este cometido de forma decisiva. Sin embargo entre estas mismas empresas, revisando y auditando su forma de hacer marketing, en ocasiones, en demasiadas ocasiones, se detectan bajos niveles ético en sus comportamientos de comercialización, con lo que ayuda supuesta que aporta el marketing se convierte en mala fama y peor reputación.
Y es que siguen existiendo profesionales que aun creen que la función prioritaria y ultima del marketing es la venta del producto, con lo cual, esta misión miope provoca comportamientos no siempre éticos, ni adecuados, llegando en ocasiones a lograr la finalidad de vender, pero que en absoluto consigue el valor añadido competitivo para cualquier marca, que es la satisfacción del cliente. Son mucho los que creen todavía, incluso en esferas de CEOs y directores generales, que el marketing es "un engaña bobos", en otras palabras, que "adornando" bien cualquier cosa, el producto o servicio está vendido, y me reconoceréis que en ocasiones esto se hace posible, pero tras comprobar el nivel de rotación y de fidelización de clientes que posee esa marca, esos comportamientos son cualquier cosa menos rentables, ni económicamente, ni a nivel de branding.