Una de las ponencias del reciente Meeting&Incentive Summit celebrado en Madrid, tuvo como hilo conductor la evolución de las personas en su rol como consumidores. Porque las personas consumimos -a veces-, no todo el tiempo, y sin embargo nos encontramos con mensajes publicitarios constantes y propuestas de eventos que nos acaban resultando indiferentes porque se dirigen a un grupo masivo, en el que los más exigentes, críticos y reflexivos acaban preguntándose “¿me están hablando a mí realmente?”.
En un entorno con consumidores promiscuos, donde las marcas luchan con las herramientas de siempre (ofertas, bajada de precio, etc.), en el que la marca blanca ocupa ya importantes cuotas en el negocio de la distribución, y las propuestas de comunicación son en muchos casos tan similares que retener la marca resulta casi imposible, Método Helmer propone, desde la reflexión y la investigación, un decálogo para aplicar en el diseño de cualquier acción de comunicación; más especialmente en aquellas en las que el público acude e interactúa con la marca en persona.
1.- Calidad, cuidemos el detalle, mimenos a nuestro Persumer® (persona+consumer). Quizá no resulte tan barato, ni el margen sea tan rentable, pero garantiza un mayor nivel de recuerdo y fidelidad a la marca. Si servimos jamón, que sea un buen jamón, no que los asistentes tengan que separar a dentelladas la carne del tocino mientras charlan. Hay miles de alternativas de calidad aún cuando el presupuesto no sea elevado.
2.- Originalidad, Por qué no salirnos de la rutina y en vez de proponer un catering en mesas laterales o bodegones, lo envasamos al vacío y lo presentamos pegado a las paredes. Una forma original de ofrecer una cena.
3.- Simplicidad, hay un retorno hacia lo sencillo, hacia lo rústico, sin demasiadas estridencias. Fabriquemos unas barras de bar con palés de madera y una luz anaranjada por detrás. El efecto será maravilloso y la propuesta sencilla y más asequible.
4.- Flexibilidad, escuchemos a nuestros clientes y seamos flexibles en nuestras propuestas. Si nuestro cliente quiere vivir la experiencia debajo de un árbol pero con las comodidades de un hotel; hagamos del salón un árbol…
5.- Transparencia. Puede ocurrir que el cliente desconozca la cantidad de frentes que se abren simultáneamente a la hora de implementar un evento de marca, y la dificultad que entraña atender con eficacia a todos ellos, resolviendo además las inesperadas dificultades de última hora. Imágenes de calidad o un buen making-of atestiguan la realización de una acción de comunicación y de todas las fases de proceso.
6.- Riesgo. Propongamos acciones innovadoras. Hay que ser valientes sin importar si alguien más lo hizo antes; eso es bueno. Arriesguemos para conseguir un efecto diferente y notorio.
7.- Sostenibilidad. Cobra cada vez más valor el respeto al nuestro entorno, al reciclaje de materiales, a “hecho a mano”, los productos naturales…todo lo que podamos aplicar en nuestro evento será muy bien percibido y repercutirá positivamente en la imagen de la marca.
8.- Compromiso social. Las empresas y sus marcas son una extensión de las personas que las forman. Tener un compromiso con el entorno, que idealmente debería ser real y tangible, es algo que las personas percibimos y valoramos en aquello que nos trasladan las marcas en sus actividades y mensajes. El mensaje es que sea realmente posible cumplir ese compromiso.
9.- Humildad. Podemos creernos buenos en lo que hacemos, ¿por qué no?, seguramente sea cierto, pero esto no nos convierte en perfectos. Además, qué es ser perfecto realmente. Lo imperfecto es muy humano.
10.- Credibilidad. Sobra explicarlo. El camino se recorre andando…
Marketing Directo