En el mundo en el que las marcas se mueven hoy en día, lo que puede ayudarlas a sobrevivir o a conseguir afianzar su lista de clientes son cosas que no eran las que importaban realmente diez o veinte años atrás. Las marcas ahora tienen que vender intangibles, ya que son estos los que hacen que los consumidores se queden con una o con otra compañía. Los usuarios quieren a firmas con sentimientos, a compañías con proyectos vitales, a marcas a las que les importen cosas más allá de sus beneficios? Pero la realidad no es siempre tan bonita como lo que pinta la idea.
Las empresas han entendido esta nueva necesidad. Los consumidores quieren valores y las marcas se los quieren dar. Por ello, la publicidad y la comunicación de las marcas se ha llenado de mensajes que refuerzan esas ideas y que adornan a las marcas de cuestiones relacionadas con elementos que van más allá del producto en cuestión que venden o de las mejoras que pueden servir. Las compañías ahora usan la felicidad para llegar al consumidor, la promesa de unas relaciones de igual a igual, los programas de reinversión? En algunos casos funciona. En otros acaba empujando a las compañías a situaciones de gran estrés en lo que a imagen corporativa se refiere.