No sé si te ha pasado esto alguna vez, pero a mi millones de veces.
Te encuentras en la última parte de un libro, a mitad de camino para
un diploma de inglés o simplemente revisando el gran taco de papeles con
la etiqueta
“ya los miraré algún día”.
El caso es que has
empezado con una motivación de
cualquier tipo, después de los primeros compases te das cuenta de que la
tarea en sí no te apetece tanto realmente y en el punto actual lo único
que te mantiene activo aún es la
determinación de sacártelo de encima.
Y ahí te entra la duda universal de:
¿realmente tengo que acabar esto?
1. Líbrate del factor psicológico
El primer factor a tener en cuenta en esta decisión, es que
no solemos tomarla desde un
punto de vista neutral.
Al contrario, estamos fuertemente influenciados por convicciones
propias que nos incitan a una de las opciones. De hecho no sé si te has
dado cuenta, pero la pregunta que nos solemos formular (o al menos el
ángulo más común) no es el de
¿qué hago en esta situación? sino el de
¿lo acabo o no lo acabo?
La diferencia es sutil, pero nos condiciona mucho. Básicamente en nuestra cabeza entra una presión de la forma
tradicional y respetable
de hacer las cosas. Esa metodología concibe que lo normal y respetable
es que decidamos qué hacer, nos pongamos a hacerlo y lo acabemos con
todas las de la ley.