Te encuentras en la última parte de un libro, a mitad de camino para un diploma de inglés o simplemente revisando el gran taco de papeles con la etiqueta “ya los miraré algún día”.
El caso es que has empezado con una motivación de cualquier tipo, después de los primeros compases te das cuenta de que la tarea en sí no te apetece tanto realmente y en el punto actual lo único que te mantiene activo aún es la determinación de sacártelo de encima.
Y ahí te entra la duda universal de: ¿realmente tengo que acabar esto?
1. Líbrate del factor psicológico
El primer factor a tener en cuenta en esta decisión, es que no solemos tomarla desde un punto de vista neutral.Al contrario, estamos fuertemente influenciados por convicciones propias que nos incitan a una de las opciones. De hecho no sé si te has dado cuenta, pero la pregunta que nos solemos formular (o al menos el ángulo más común) no es el de ¿qué hago en esta situación? sino el de ¿lo acabo o no lo acabo?
La diferencia es sutil, pero nos condiciona mucho. Básicamente en nuestra cabeza entra una presión de la forma tradicional y respetable de hacer las cosas. Esa metodología concibe que lo normal y respetable es que decidamos qué hacer, nos pongamos a hacerlo y lo acabemos con todas las de la ley.
Digo tradicional y respetable, porque es un fenómeno social. La sociedad estigmatiza a aquellos que empiezan cosas (lo que visto desde fuera parece un compromiso) y que luego las dejan (visto desde fuera: han roto el compromiso). No hace falta nada de abstracto. Piénsalo llanamente. Tu hijo hoy empieza kárate, un mes más tarde se cambia a clase de ruso y a los cuatro meses se quiere dejarlo todo y comprarse una guitarra. ¿Tú que le dices?
Pues nos parezca evidente o no, nosotros nos juzgamos igual. Y nos autopresionamos porque no queremos que nos vean como un inconsistente caprichoso del momento.
2. Cualquier etapa es falible, rectificar debe ser siempre posible
Un general en una guerra toma muchísimas decisiones. Primero consigue aliados y reconoce enemigos, luego constituye una estrategia, y luego lidera sus tropas con cada pequeña acción en el campo de batalla.Un general aún así, por listo que sea, es alguien falible. Y ser falible implica que se puede equivocar en cualquier fase del proceso. Imagínate que se equivocó al clasificar a los azules como enemigos y resulta que eran potenciales aliados (por alguna razón que no supo ver). ¿Debería seguir intentando exterminarlos sólo porque se lo propuso?
Por supuesto que no, igual que tú y yo a veces cometemos un error al escoger un libro o inscribiéndonos a un mal curso de inglés (pero el continuarlo hasta el final no mejora las cosas).
3. La única excepción: cuando persigues lo que importa
Como habrás deducido: no quiero incitarte a que vayas abandonando a medio camino todo lo que presente la menor dificultad, que baje un poco el interés o porque tú te desmotives.Todo merece una oportunidad y una cierta tolerancia. Sólo así conseguirás que un punto bajo baste para interrumpir cualquier gran proyecto en el que te impliques.
De hecho sí hay una sola excepción a las cosas que no debes acabar. Lo único que SI debes acabar siempre es el perseguir tus objetivos principales.
No importa cómo de fea se ponga la situación en el trabajo o en tu dieta o en cualquier tema puntual, que si ese proyecto en concreto forma parte de tus objetivos principales eso se merece que aguantes hasta el final. Ahí y sólo ahí, es dónde debes presionarte a ti mismo.
4. No acabar algo, permite peregrinar y probar
Ahora bien, tus objetivos principales representan un pequeño porcentaje de todas las cosas que haces. Libros que comienzas, iniciativas que empiezas, micro-retos que te propones, todo eso es abortable.Pese a su mala fama, abandonar proyectos es una gran oportunidad. En cuanto le cierras la puerta a algo estás abriéndole el hueco a algo nuevo (una actividad, un reto, etc.).
Y la verdad es que empezar una pequeña rutina de inicios y abandonos antes de asentarte con una actividad en concreto es algo genial. Al haber iniciado muchas actividades como si fueses a asentarte le has dedicado la atención suficiente, y has adquirido en cierto tiempo un conocimiento de primera mano en varios temas.
Nunca estás en mejor situación para tomar una decisión que cuando tienes información de primera mano. Pero nadie se implica completamente en cosas que sabe que abandonará pronto. Por lo que de un modo indirecto cada abandono de algo en lo que te has implicado fuertemente es un poso importante para tu actividad siguiente.
Hasta aquí mi lista y cómo ves, pese a que no existe una línea perfectamente definida, sí podemos posicionarnos en varios casos señalados y conviene librarse de la presión psicológica. ¿Qué opinas al respecto? ¿Crees que subconscientemente acabas más de lo que deberías?
Un artículo publicado en Técnicas de Organización
No hay comentarios:
Publicar un comentario