Independientemente de que seas o no aficionado al toreo, la realidad es que Juan Belmonte es uno de esos personajes de leyenda, un mito capaz de innovar de tal manera en su campo, que cambia para siempre el devenir de una actividad, en este caso, la tauromaquia.
Auténtico revolucionario de este “arte” sin lugar a dudas, todos los especialistas coinciden en que hubo un antes y un después de él. Salvando las diferencias de actividad Juan Belmonte podría ser al toreo lo queDick Fosbury al salto de altura o Picasso a la pintura, por hacer algunas analogías en áreas más conocidas. En la biografía, altamente recomendable se sea aficionado al toreo o no, se narra maravillosamente la infancia, juventud y madurez del torero; su aprendizaje, su ascensión, sus hazañas y su confirmación como personaje de leyenda.
De la lectura de sus páginas, se pueden extraer varias lecciones magníficas, y perfectamente aplicables hoy día a cualquiera de nosotros, que explican cómo un chiquillo de un barrio sevillano, hijo de un paupérrimo vendedor de quincalla sin ningún pedigrí ni contacto con el mundo del toreo, se llegó a convertir en el torero más famoso de la historia (llegó a ser portada de la revista TIME):
1) Sus circunstancias marcan su vida. Una versión trianera y taurina del “connecting the dots” de Steve Jobs. Sin ninguna tradición taurina ni presupuesto para financiar su formación. Belmonte hubo de aprender a torear a escondidas, colándose en tentaderos, y por supuesto, de noche para no ser descubierto. Gracias a estas ilegales capeas nocturnas, en las que la visibilidad lógicamente era nula, acabó Belmonte forjando un estilo transgresor, único en los ruedos hasta la fecha, en el que toreaba con los pies quietos delante del toro, con capotazo en el último momento.
Revolucionó el toreo para siempre, pero no porque quisiera ser más valiente que otros, sino porque de noche no había otra forma de torear al toro!! “Ninguna cosa importante puede tener un origen arbitrario, y si yo toreaba como lo hacía era porque en el campo y de noche, había que torear así”. Ya lo decía Steve Jobs: “no puedes conectar los puntos hacia adelante, sólo puedes hacerlo hacia atrás. Así que tenéis que confiar en que los puntos se conectarán alguna vez en el futuro.”
2) Aprovechamiento al máximo de las oportunidades: literalmente daba la vida cuando tenía una oportunidad. Recordaba a la genial frase de Shankly “Algunos creen que el fútbol es solo una cuestión de vida o muerte, pero es algo mucho más importante que eso“.
En un célebre pasaje de su biografía, tras varias malas corridas en Sevilla al principio de su carrera debido a las malas noches que le daba su enamorada de entonces, Belmonte cayó en desgracia, nadie le llamaba, era invisible para el público… Por una baja de última hora le llamaron para torear en Valencia, pidió prestado un traje de luces y en el autobús se conjuró consigo mismo: o moría o salía a hombros. Huelga decir que no murió, estuvo a punto, pero en una faena de riesgo máximo recuperó su prestigio perdido.
3) Trabajo, trabajo y trabajo. Innumerables las corridas que realizaba, por toda España, a principios de siglo, viajando en coche, tren, autobús… y en una época en la que apenas había hospitales, por lo que sus “heridas de toreo” debían de sanar mientras seguía toreando.
4) Networking al más alto nivel. Consiguiendo elevar su oficio a la categoría de arte, se juntó con los mayores intelectuales de la época. Tuvo la “visión” de ser considerado un artista, al igual que los pintores y escritores, lo que le abrió infinitas puertas de negocios y de popularidad.
5) En el éxito no olvidar las raíces. Cada vez que volvía a su Triana nata, tras varios meses de éxitos por el mundo, en su barrio, su gente le seguía tratando como Juanito, el de toda la vida, no como el semidiós que le consideraba el público. Esto le marcó profundamente a Belmonte: por mucha fama que adquieras, por muchos éxitos que coseches, no dejas de ser humano y tu familia y tus amigos de toda la vida son quienes mejor te lo recuerdan.
6) Hábil en el manejo “clientelar” como personaje público. Divertidísimo sus requiebros fuera de la plaza para satisfacer, agradar y no enfadar a todo la red de “personajillos” que le rodeaban a cada paso: políticos, hombres de negocios, aficionados, estafadores, mujeres… manejar la fama no es cosa fácil, y aún más, mantener equilibrados a todos los que quieren estar a tu lado, sin enfadar a otros. Belmonte, manejó estos gajes de la fama con la misma maestría que al toro en la plaza.
7) Auténtica pasión por lo que hacía. De otro modo sería imposible mantener el ritmo de trabajo que se impuso, ni mucho menos llegar a emocionar al público. Si algo destacaba a Belmonte, era un profundo amor por su profesión.
Consejos absolutamente de actualidad, válidos para cualquier persona, emprendedora o por cuenta ajena. Para mí tienen gran valor ya que fueron estas enseñanzas las que consiguieron convertir a un pobre muchacho de Sevilla, en el mayor toreo de todos los tiempos.
Y desde luego uno no llega a ser un mito, fruto de la casualidad.
Un abrazo
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