Crear mi empresa, InPact.me, es sin duda una de las cosas más complicadas que he hecho: resulta agobiante, frustrante, estresante, imposible a ratos y desgastador casi siempre. Pero como todas las cosas que son complicadas en la vida, emprender también resulta enormemente satisfactorio y revitalizante.
Pongámoslo desde un punto de vista psicológico. En el emprendimiento hay una gran cantidad de incertidumbre: tú creas una empresa a partir de una idea que no podrá ser validada (realmente) hasta que esté en el mercado. Te arriesgas por esa idea, pones ahí tu energía, tu inteligencia, tu tiempo, y cuando el caso aplica, tu dinero.
Un par de meses después cambias esa maravillosa idea, tu producto es otro, tal vez también tu mercado sea diferente, tu enfoque distinto, pero en el proceso también podrías haber cambiado de equipo, de socios, de mentores, de círculos. Todo ese proceso de reestructuración requiere de una gran proeza desde el punto de vista anímico y, por ende, psicológico.
Si triunfas, habrás desarrollado una gran cantidad de nuevas habilidades y conocimiento de ti mismo y de otros. Si fracasas, muy probablemente habrás obtenido el mismo desarrollo y tal vez un extra: Detenerte y aceptar que es el momento de abandonar, sin duda requiere de una gran madurez y humildad. Emprender es una valiosa experiencia psicológica y de crecimiento personal.
Veamos al emprendimiento desde el punto de vista creativo. Emprender es básicamente un proceso creativo: Empiezas con una idea y gradualmente la vas transformando en algo real. Buscas la tecnología adecuada, el diseño ideal, la experiencia apropiada. Te involucras con una energía maratónica en cada detalle posible de tu start-up, con una pasión “hitleriana” (recordando que Hitler se involucró hasta en el diseño de los uniformes de su ejercito) participas en el diseño del logo, tipografía, selección de colores, y demás detalles similares… Emprender te permite ver poco a poco, día a día, como una idea tuya se va convirtiendo en algo real, y hay pocas cosas más creativas que eso.
En el proceso inicial de emprender hay un gran desorden, y en ese desorden hay una gran fuerza creativa. Seamos más abstractos: En los emprendimientos geniales, siempre hay un poco de arte involucrado, si no, volteemos a ver un poco el legado de Jobs.
Para los que nunca se involucraron en menesteres artísticos, emprender es lo más parecido a dibujar, pintar un cuadro, redactar una novela, o más aun: componer una sinfonía. Emprender es un gran viaje creativo, y como pocas expresiones artísticas, ese proceso creativo se vive en conjunto con otros: es un viaje creativo y colaborativo.
Finalmente, emprender es el camino más rápido al éxito, al verdadero éxito. Veámoslo desde este punto de vista: existen por ahí miles de start-ups nuevas y cada semana se crean miles más, muchas se colocan como las start-ups del momento por un par de meses, las que solucionan problemas más serios, se mantienen por varios años, puede que hasta décadas, pero -y esto no es algo científicamente comprobado, pero si “lógicamente” comprobado- las que pasarán realmente a la historia serán aquellas que logren solucionar problemas apremiantes para la humanidad: la educación, la pobreza extrema, el cambio climático, la desnutrición, la inseguridad, y muchas otras necesidades que nos aquejan día con día.
Esos problemas que requieren de un montón de emprendedores psicológicamente preparados, creativos, y ávidos de éxito, ese éxito que sólo se obtiene de la satisfacción plena de haber ayudado a otros.
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