El Gobierno central, de forma acertada, se centra en el problema que genera la fragmentación del mercado interno español. Desde un punto de vista económico, las ineficiencias que generan las múltiples reglas de juego existentes en las diferentes comunidades autónomas no son buenas para la competitividad tanto del país como de las empresas. También es cierto que las relaciones entre el Gobierno central y la mayoría de Gobiernos autonómicos ha sido tirante en los últimos meses. Quizás hubiera sido políticamente sabio el empezar por alguna otra iniciativa, y dejar esta primera para dentro de algunos meses cuando las aguas hubieran podido volver a su cauce.
Sin duda, una mejor alternativa hubiera sido centrarse, en primer lugar, en la ley de emprendedores. La posición número 136 de España, en uno de los rankings mundiales de países donde empezar un negocio, es una auténtica vergüenza. El Gobierno ya se ha retrasado demasiado en relación a dicha ley. Pero, de forma absolutamente sorprendente, parece que, al final, la intención es no cambiar las reglas y reglamentos de creación de nueva empresa. Se pretende dar permiso para arrancar las empresas con el compromiso de cumplir las reglas a posteriori. Se solucionará un problema de plazos pero no se reducirán los costes ni las trabas en los que deben incurrir los emprendedores para seguir cumpliendo con toda la burocracia. Un ejemplo más de poca inspiración y voluntad en el campo de las reformas.
En el siglo XVIII, Adam Smith se mostraba sorprendido de lo mal que los españoles y los tártaros gestionaban sus economías, y añadía que, si acaso, los tártaros lo hacían mejor que los españoles. España, y a esto precisamente hacía referencia Smith, tiene una larga tradición de industrias, ocupaciones y obsesiones ¬extractivas.
Tanto los Gobiernos centrales como los autonómicos no dejan de ser hoy representantes de tan alta aspiración olímpica. No tienen a priori mucho incentivo en cambiar ni las reglas del juego ni sus privilegios. Es más, probablemente ni siquiera estén bien capacitados para ello. El mundo de los emprendedores está a años luz de la experiencia vital de los políticos actuales. De igual forma que me resulta de poco sentido que la iglesia imparta cursos prematrimoniales sin tener experiencia contrastada en el tema.
Desde luego, veremos cambios porque los que no quieren soltar sus privilegios encuentran milagrosamente los incentivos cuando se está demasiado cerca del precipicio. Pero es una lástima que, de nuevo, tanta energía no se canalice de forma eficaz y eficiente. Así pues, los auténticos espíritus emprendedores seguirán luchando contra corriente en un entorno hostil. De todas formas, ningún emprendedor de verdad esperó nunca por una ley. Y eso, en realidad, nos salva a todos.
Y volviendo a la cuestión de fondo, retomemos la ley del mercado único. Se propondrá, en dicha ley, que cualquier permiso obtenido por una empresa en una comunidad sirva en cualquier otra. Es decir, se pasa de un sistema trabado, en el que se debían cumplir diferentes normativas, a un sistema caótico con la desigualdad, determinada por los diferentes requisitos exigidos en cada comunidad; lo cual va a seguir haciendo ilusorio un mercado unificado en igualdad de condiciones.
Así pues la cuestión clave es: ¿qué reformas se plantean en realidad? Porque de eso se trataba, ¿no? Si la ley del mercado único no servirá para realmente eliminar las reglas y estorbos burocráticos, a qué tanto bombo. A los ciudadanos de a pie y a las pequeñas empresas les da igual estar sometidos a la burocracia estatal o a la autonómica. Las dos son igual de inútiles. La clave se halla en la eliminación de estorbos burocráticos y privilegios enquistados; uno de los fundamentos de la libertad de mercado.
Pero además Adam Smith indicaba que el peor enemigo de las economías era la colusión potencial o la connivencia entre Gobiernos y grandes corporaciones. Y ahí sí que España se encarama en los primeros lugares del ranking mundial. Así pues, para todos aquellos que se llenan la boca de liberalismo el dato más relevante es el siguiente: "La libertad de mercado en un sistema basado en el amiguismo, el privilegio, la colusión y la connivencia es un oxímoron".
Juan Ramis-Pujol es Profesor del Departamento de Dirección de Operaciones e Innovación de ESADE .
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