La pérdida de contacto con la realidad más cotidiana es uno de esos riesgos que corren los empresarios.
Estar inmerso profundamente en un proyecto puede conllevar un
aislamiento contraproducente que no hará más que perjudicar la gestión.
Esquivar ese ‘síndrome’ es uno de los muchos desafíos que tienen por
delante tras esta durísima crisis económica.
Hace unos días conocía a través de este post en Ticbeat que Jack Dorsey, fundador de la red social Twitter y uno de los jóvenes inversores con más futuro en el sector tecnológico, acude a su trabajo en autobús público.
Según dice esta forma le impide que se quede atrapado en la “burbuja de
un mundo maravilloso”, lo que beneficiaría en la puesta en marcha de
una estrategia empresarial basada en las necesidades y problemas reales
de sus potenciales clientes.
Y planteamos un caso que, pese a no ser directamente del mundo
empresarial, puede ser muy instructivo. Es el de la estrella del tenis
español, Rafael Nadal,
quien, aún estando en lo más alto y haciendo historia, ha sido tratado
como uno más en su familia. Una familia que lo ha obligado a hacer
tareas propias de un ciudadano normal, como ir de compras o hacer la
comida, que no ha sido nada condescendiente con él, que le ha hecho
mantener costumbres tradicionales desde niño. ¿Para qué? Para tener los pies en el suelo, para no aislarse.
Son muchos los ejemplos también de lo contrario, de los empresarios que viven endiosados, en otra dimensión paralela
que no hace más que alejarlos de una sociedad, de unos ciudadanos que
son, directa o indirectamente, sus potenciales clientes. Es por eso que
el riesgo principal es no escuchar las necesidades, los problemas reales
y, por tanto, no escuchar a quien luego comprará tus servicios, tus
productos o tus ideas.
Puedes hacer como Dorsey, que va a trabajar en autobús, o como
Nadal, que sigue asumiendo tareas propias de un hijo normal y que
mantiene sus costumbres desde niño. Puedes hacerlo de muchas maneras
distintas. Pero el objetivo debe ser el mismo: evitar aislarse de una sociedad para la que, al fin y a la postre, se destina tu proyecto.
En Pymes y Autónomos
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