En los negocios es muy común conocer a gente obsesionada con la competencia o con sobresalir entre los demás, pero en mi opinión la filosofía de trabajo más sana y adecuada no se basa en ser el mejor, sino en ser simplemente mejor.
La diferencia entre ambas posiciones a la hora de plantearnos objetivos es notable, pues la realidad es que, digan lo que digan, ser el mejor en un determinado ámbito es posible. Si nuestro objetivo es lograr y mantener ese puesto, terminaremos adaptando estrategias de defensa perdiendo parte de nuestras fuerzas de avance y cayendo en un posible inmovilismo, lo cual nos volverá débiles.
El esfuerzo tiene que enfrentarnos a nosotros mismos, pues solo así nuestros horizontes serán mucho más amplios. La perfección no existe y por tanto el objetivo nunca estará cumplido del todo. Es algo con lo que tenemos que aprender a vivir y que en muchos casos nos convertirá en los primeros.
Paso a paso tenemos que intentar ser cada vez mejores, y aunque con ello seamos los mejores, tenemos que vivir con un hambre continua. Como decía Ibn Jaldún, ser nómadas nos mantiene fuertes, convertirnos en sedentarios puede terminar haciéndonos vulnerables.
Fijarnos en la competencia y defendernos es positivo, no quiero que se entienda lo contrario, pero nuestra meta no es medirnos con ellos sino cubrir de la mejor manera las necesidades de nuestro mercado. Esto es una labor que nunca se acaba y no debemos permitir vernos sorprendidos por los cambios mientras estamos mirando a los competidores.
Intentemos ser cada vez mejores, no ser los mejores. Por un lado tenemos a los que corren contra Bolt y se frustran y por otro a los que tratan de ir superando sus marcas y disfrutan de pequeñas satisfacciones. ¿Quién tendrá más posibilidades en el futuro?
En Pymes y Autónomos
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