Somos lo que nuestros hábitos hacen de nosotros
Parece que los clientes toleran cada vez menos la falsedad. La publicidad engañosa se supone que está de capa caída. El abordar alevosamente a los potenciales clientes sin respeto está cada vez peor visto. Al mismo tiempo aparecen tecnlogías que nos permiten protegernos del bombardeo de la publicidad.
Tenemos distintos recursos para protegernos
Filtros antispam con la maravillosa cualidad de filtrar hasta el correo "deseado", reduciendo no sólo la perdida de tiempo de los correos ilegales sino también "alivándonos" la carga de trabajo, o aplicaciones que son capaces de bloquear los banners de publicidad en webs, son ya de uso común.
La legislación avanza y nos protege de que nos llamen a horarios intempestivos, o incluso podemos rechazar todo tipo de llamadas publicitarias registrándonos en la Lista Robinson. Todo el mundo ha oído ya hablar ya de las cookies, y al menos tenemos a nuestro alcance la información para protegernos si queremos del re-marketing, la publicidad que nos impacta en función de los sitios web que ya hemos visitado.
Si bien es cierto que defenderse no está al alcance de todo el mundo, no lo es menos que los consumidores estamos cada vez más informados y tenemos un mayor conocimiento de nuestros derechos y cómo ejercerlos. Nuestra comprensión de las tecnologías va avanzando, y el que quiere hacer el esfuerzo tiene toda la información a su alcance para al menos intentarlo. Si no somos expertos, multitud de personas nos explican las cosas al distintos niveles de profundidad. La información está disponible y fluye a gran velocidad.
Las caras ocultas salen a la luz
Esto hace que, en teoría, una empresa con una fea cara oculta lo tendrá más difícil que nunca para que no descubramos lo que no quiere mostrar. Los consumidores podemos reaccionar virulentamente ante engaños, lo que podamos valorar como injusto, o ante comportamientos improcedentes. Bien es cierto que las reacciones de los consumidores parecen cada vez más difíciles de predecir; aspectos que podría pensarse debieran ser valorados positivamente son ignorados, y detalles a priori de escasa importancia pueden ser magnificados y convertirse en una crisis de dimensiones insospechadas.
Así que los de los marketeros y expertos en marca, no dejamos de insistir en la necesidad de las empresas de ser transparentes, humanas, coherentes, éticas, de establecer y comunicar sus valores y principios. Las marcas deben mostrarse con personalidad y dejarse ver tal como son, francas, para que los clientes no aprecien falsedad o engaño. Y esto debe de ser así.
¿Podemos ser más atractivos?
Sin embargo hay que admitir que quizás no todas las empresas estén preparadas para trabajar de esta manera. Si queremos invitar a alguien a casa debemos tenerla en orden; si está hecha un desastre y damos una pésima impresión, el mostrarnos abiertos y accesibles se volverá contra nosotros.
Así que antes de mostrarte tal como eres, debes ser guapo, atractivo, porque sino, seguramente el resultado será contraproducente. Es decir, tenemos que ponernos a trabajar. Si queremos que el mercado nos reconozca por nuestra atención al cliente, por ejemplo, antes de reclamar esta cualidad tendremos que poner el foco en este aspecto y mostrarlo cuando sea suficientemente bueno.
Se espera que nos mostremos como somos. La pregunta es, si creo que no me puedo mostrar tal como soy, ¿puedo cambiar para poder ser transparente, o demostrar una cualidad que pienso el mercado me va a recompensar? Necesitamos una motivación muy fuerte para cambiar. Por eso tienes que elegir con cuidado qué aspectos quieres que te caractericen. Se dice que somos lo que nuestros hábitos hacen de nosotros. Somos puntuales si tenemos la costumbre de llegar puntuales. Podremos llegar a ser catalogados como una persona elegante si empezamos a vestirnos elegantemente y hacemos de esto un hábito; tras un cierto tiempo las personas con las que interactuamos dirán que somos elegantes. ¿Parece fácil no?
El problema es que crear nuevos hábitos es muy difícil, tendemos a caer una y otra vez en nuestras viejas costumbres. La cabra tira al monte. Si realmente queremos que se nos perciba con una cualidad que ahora no tenemos, la motivación para el cambio debe ser extrema, a veces es necesario incluso una experiencia traumática. La motivación y la repetición hacen que creemos nuevos hábitos, y podamos entonces mostrarnos como somos, algo que será quizás recompensado.
¿Tienes identificados aspectos de tu empresa que quieres cambiar? ¿Cual es tu motivación?
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