Algunas personas tienen una percepción equivocada de sí mismas. Creen que saben hablar en público, que son divertidos, que todo lo hacen bien. La realidad les pone en su sitio normalmente más pronto que tarde. En el caso de un aspirante a empresario es fácil observar sus carencias, sobre todo por parte de un trabajador que comienza en su “empresa”. El hecho de que los rodeos, titubeos y echar mano del pasado sean comentarios recurrentes, son excelentes pistas que suelen despejar las dudas sobre su futura seriedad.
Un empresario no es tu amigo. No es alguien a quien debas compadecer por lo mal que le ha ido, o lo bien que lo hacía con sus anteriores empleados (¿acaso eso no se llama cumplir con la ley?) Un empresario excesivamente amable es igual de peligroso que uno poco comunicativo. Y si añadimos que está al frente de un negocio que ha ido a pique y sus socios lo dejaron solo, tenemos todas las piezas para describir al prototipo “quiero ser empresario pero no sé”.
Pistas para reconocerlo
-Vive anclado en el pasado. Se pasa el tiempo hablando de lo buenos que eran. Su empresa era la mejor. Sus empleados le consideraban el número uno. Pagaba a tiempo e incluso antes de lo normal. Eso sí, cuando las cosas empezaron a ir mal todos abandonaron el barco. Ese arraigo por lo que fue, le impide valorar a lo que tiene a su alrededor en el presente, es decir, a personas a las que debe tratar con el mismo respeto. Y respeto es sinónimo de cumplir las normas del juego laboral que es un juego muy serio.
-Alergia a hacer contratos y desorganización. Este aspirante a empresario cree que unas palabras amables, o una sonrisa sirven al trabajador para que sienta que su situación laboral es normal; es decir, tener un contrato. Otro aspecto grave y revelador es lo difícil que es distinguir quién es el jefe de esa organización. Un peligro porque ahí comienza el ‘partido de tenis’, es decir, la responsabilidad es de fulanito o de menganito.
-Tácticas y estrategias para evitar la palabra prohibida. “Fulanito se encarga de lo tuyo”. El trabajador comienza a ponerse nervioso. Pasa un mes y nadie paga, y además le exigen trabajos como si formara parte de un equipo ficticio donde él no tiene los mismos derechos que los demás. Sabe que dos o tres miembros “tienen un contrato” pero ni lo ha preguntado ni sabe si es verdad. Lo único que conoce es que no ha visto un euro, su entorno le dice que abandone el lugar, pero deposita su confianza y les da otra oportunidad.
-¿Las estrategias del empresario que quiere y no puede serlo? Sencillas. Inspirar lástima. Evitar pagar al nuevo empleado alegando que quien se encarga de ello es un inepto (su socio-compañero). Criticar a los que han pasado por allí en los nuevos tiempos con distintos calificativos: vagos, desagradecidos ¡a pesar de haberles hecho un contrato! e incluso ladrones de ideas, clientes…, un culebrón. El cual utilizan de manera subliminal para no cumplir con los nuevos. “Hemos tenido tan mala suerte”, se lamentan al unísono.
El tiempo, su aliado
-Dejar pasar el tiempo es la mejor de las estrategias. Si nadie habla, perfecto. Y si por fin lo hacen se sacan de la manga contratos propios para chavales que acaben de terminar una carrera, por horas, por colaboración con un inciso: el susodicho y alucinado nuevo miembro de ese ‘equipo peculiar’, abrirá los ojos como platos no dando crédito pero imaginando que al menos, le abonarán con una cantidad razonable el tiempo que lleva en esa lucha vergonzante que se llama: cobrar por tu trabajo.
-Pagar poco, mal y no morir de vergüenza en el intento. Ese es el fin. Antes de que llegue el documento que toda empresa debe entregar al trabajador en las primeras semanas, lo han mareado con distintas historias (eso es lo que ocurre cuando no hay un líder) agobian y adulan al nuevo con promesas y frases lapidarias: “serás mi mano derecha”, “tú y yo nos entendemos”, pero no es cierto. Sólo creen que les salvarás.
Como ven que no están haciendo las cosas de manera correcta, el aspirante al líder de la empresa y el ayudante o, en ocasiones también llamado jefe, van dando cantidades de dinero que rozan el ridículo espaciadas en el tiempo. Es denunciable y vergonzoso pero el trabajador continúahasta ver dónde puede llegar el despropósito. Resulta increíble pero el grado de comprensión de un empleado puede rozar el infinito hasta que su autoestima despierta.
No duda que sean buenas personas (quizás para tomar algo en un pub un sábado por la noche) pero como gerentes cada día está más convencido de que deberían retirarles el ‘carnet’ por pésima conducción de una empresa. Además de por una conducta negligente.
Conclusión
Si necesitas trabajadores pero no les vas a pagar, ni a contratar, no tienes claro quién manda en la organización, no existe una estrategia y la situación te queda grande lo mejor es echar la persiana y dejar de insultar a la inteligencia de los trabajadores pensando en que acuden a su puesto como el que va a un parque de atracciones. Si no vas a cumplir, si el negocio no va bien no utilices a las personas como si fueran tu psicólogo o amigo. La amistad llega con el tiempo y sobre todo, la educación no ha de ser confundida con estupidez.
Una persona desempleada, o con algún problema de tipo personal puede depositar esperanzas en un lugar que en otras circunstancias ni se hubiera planteado. Son este tipo de empresarios que no saben cómo capitanear el barco los que hacen daño a este país. Intentan hacer las cosas bien pero ni saben ni les sale.
No cumplen con las normas del juego, echan la culpa a un tercero (Gobierno, la crisis, su mala suerte…) y quieren que el trabajador no sólo les comprenda sino que prácticamente trabaje gratis. Quien no valora a sus empleados ni da de alta en la Seguridad Social poniendo excusas de todos los colores, no merece ser llamado empresario. Si no vas a poder cumplir con tus obligaciones simplemente no metas en tus líos a otros.¿El calificativo? Todos hemos tenido una experiencia con este tipo de persona y cada uno tendrá el suyo.
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