Hoy me ha llamado la atención un post de “Mejores dividendos. Una economía mejor”, que quiero compartir con vosotros y en el que se argumenta que los profesionales mayores de treinta años de edad resultan ‘viejos’ para muchas empresas, y sobre ello empieza a acechar el miedo al desempleo de larga duración.
Entre las razones que nos citan, se destaca que cada vez más ejecutivos, especialmente en las grandes empresas, son muy jóvenes, y prefieren no tener subordinados con una edad superior a la suya ante el temor a que estos puedan ser menos manejables, puedan refrutarles alguna cuestión por su mayor bagaje profesional, sencillamente pongan en cuestión su capacidad de mando y de gestión.
Personalmente, este artículo me resulta un tanto exagerado, porque un profesional que ha acumulado en su haber mucha formación empieza a arrancar profesionalmente a una edad cercana a los treinta años, máxime en una situación como la actual, cuando la entrada en el mercado de trabajo de los nuevos egresados universitarios tiene lugar a una edad más tardía.
Por otro lado, tampoco comparto otras ideas, como la tendencia a presuponer que los profesionales más jóvenes son más maleables, cuando en realidad no existe una regla fija, porque más que la edad, creo que es más decisivo el carácter de las personas, es decir, su personalidad más que algunos condicionantes como la edad.
En conclusión, creo que la utilización de este tipo de patrones en los planes de acción de recursos humanos, dotamos a las políticas de personal de más restricciones que de oportunidades, porque descartar a un profesional por su edad, incluso a partir de los treinta años, creo que no es totalmente desafortunado.
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