Eres autónomo y tu trabajo diario no requiere, obligatoriamente, un lugar físico para desarrollarlo. No eres comerciante, ni te debes a una atención al cliente personal. En ese caso, ¿te has planteado si realmente necesitas una oficina? ¿Es un coste que debes asumir sin más? ¿Tienes otras opciones que puedan suplir lo que, en realidad, te aporta y así poder ahorrar?
Comienza por preguntarte qué es lo que te aporta una oficina física para tu negocio. Algunos se centrarán en la independencia y separación de la vida ‘laboral’ y personal que permite, mientras otros apuntarán, por ejemplo, a una imagen más profesional de cara al cliente. Tras ese ejercicio, llega el turno de ver el coste mensual para tus cuentas: con toda seguridad, no bajará de los 400 euros.
Y junto a esas dos reflexiones, llega el turno de las alternativas. ¿Existen posibles soluciones que eviten este coste? El teletrabajo es la más ‘natural’. Ubicar tu centro de operaciones en un despacho con conexión a internet dentro de tu domicilio no es complejo. Teniendo claros los ‘riesgos’que lleva implícitos para tu productividad, es una opción que, incluso, puede combinarse con tu presencia en espacios de ‘coworking’ de manera intermitente para no perder el contacto con otros profesionales.
Pero surge la duda: ¿Y si tengo fijada una reunión con un cliente o necesito un espacio para llevar a cabo un evento, curso o taller? Para ello, está la alternativa de las salas de reuniones de esos espacios de coworking, que tienen precios asequibles, o el alquiler de otros emplazamientos de colectivos empresariales o de administraciones públicas.
Por lo tanto, hay alternativas. Pero, ¿quiere esto decir que no es necesaria, en ningún caso, la oficina física? No. Sólo que antes de dar el paso de introducir ese coste dentro de tu pequeña estructurase ha de medir si, realmente, se trata de una inversión imprescindible.
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