jueves, 4 de abril de 2013

En España nos falta un empujoncito


“Habemus Papam Franciscum” tuit con más de setenta millones de retuits y más de veinte millones de favoritos en prácticamente una tarde. Y es que, seas católico o no, creyente o no, es innegable que la elección de un Papa tiene una repercusión mundial.
Dicen los expertos que ganó el sector menos tradicional y más reformista. Así que parece ser que “Francisco I” es quien llevará a la Iglesia Católica por un camino más cercano al de los fieles, al menos eso dicen los expertos, yo no soy, ni mucho menos, uno de ellos.
Lo que sí que hay en torno a la elección de este nuevo Pontífice es esperanza e ilusión. Dos elementos fundamentales en el mundo de la empresa y especialmente entre los emprendedores.

El Silicon Valley no está en España, ni el MIT, ni Oxford… Pero ello no significa que nuestro país no haya talento. El talento no nace en nombres ni en ciudades, sino en personas.
Talento hay, y mucho. Pero nos falta confianza en nosotros mismos e ilusión que desemboquen en unas ganas locas por comernos el mundo.
Ya se que hablar de ilusión con casi seis millones de personas que quieren trabajar y no pueden, con muchísimas familias pasándolo muy mal y por debajo del umbral de la pobreza es muy fácil. Lo difícil, dirían muchos, sería encontrar ilusión en esa situación de tensión y de dificultad extrema que vivimos. Y ahí está el problema.
Ya he comentado alguna vez que la ilusión no nace del entorno sino de uno mismo. A veces el entorno ayuda. Otras no. Si buscamos la ilusión en el entorno, la tendremos, o no, en función de las circunstancias que nos rodean. Una buena idea es buena cuando las circunstancias son buenas y cuando no lo son.
España es campeona del mundo de fútbol y es tricampeona de Europa, los dos últimos títulos continentales conseguidos de forma consecutiva. Si todos los que han participado en esa gran hazaña se hubiesen dejado llevar en los primeros tiempos por el entorno, el de esa Selección que nunca ganaba y que siempre era favorita pero caía en cuartos, el pesimismo hubiese inundado a nuestros jugadores y técnicos y hoy seríamos como mucho campeones en ser eternas promesas.
Sin embargo, la confianza en sí mismos les llevó a creer que lo imposible era posible. Y cuando eso ocurre algo “mágico” pasa… Se contagia. Los aficionados empiezan a creer que es verdad que se puede y unos a otros y otros a uno se animan y… Llega la victoria.
Para que la victoria llegue hace falta talento, sí, pero también creer en uno mismo. En que ese talento escondido o tapado por el miedo de las circunstancias no sirve para nada.
Talento hay, sin duda. Nos faltan las ganas de comernos el mundo y esas ganas están. Están donde mismo justo está el talento. Dentro de tí esperando a que lo despiertes.

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