La diferencia no es sutil y mucho menos evidente. El enfocar la oferta en lo que realmente aprecia el mercado es pararse desde su perspectiva e incrementar sustancialmente el valor que le asigna.
Cuando nos enfocamos en el beneficio que genera o el problema que resuelve, el precio ya no es la única variable a considerar. Pregúntese, ¿cuando la gente compra mi producto o servicio, qué es lo que realmente está comprando?. Por ejemplo:
- Asesoría contable = tranquilidad frente a la administración de impuestos = dormir en paz
- Hotel para mascotas = cuidado de un miembro más de su familia = irse de vacaciones sin remordimiento
- Jardín infantil = posibilidades de desarrollo para los hijos = sentirse bien en el rol de padre/madre
- Chocolates finos = una indulgencia = consentirse y sentirse bien consigo mismo
- Organización de eventos = facilidad de todo en un solo lugar = el mejor recuerdo de la fiesta de 15 años de su hija
- Equipos de diagnóstico médico = medición, diagnóstico y valoración = tranquilidad al decidir un procedimiento
Las personas asignarán mayor valor -y por ende estarán dispuestas a pagar un mayor precio-, en la medida que consideren que lo que usted les ofrece genera grandes beneficios, les ayuda a ahorrar tiempo, aprovechar oportunidades o hacer su vida más fácil. Y esto no siempre es tan obvio y no siempre tan claramente expresado.
El producto o servicio es un medio para un fin mayor: el beneficio esperado. Cada decisión que tomamos está basada en una expectativa. Ofrezca resolver la expectativa adecuada -y por supuesto resuélvala- y logrará la preferencia. Apóyese más en solucionar un problema o capitalizar una oportunidad que en vender un producto y ganará el aprecio de los clientes.
Un artículo publicado en Marketing Bien Pensado
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