jueves, 17 de marzo de 2011

Pensar y actuar en la dispersión

El tiempo no alcanza, cada día es como comenzar desde el principio…Nuestras vidas parecen estar cada vez más fragmentadas: trabajo; estudio y capacitación; familia; amigos; estar informados; estar sanos y atléticos, etc., etc. En medio de todos esos fragmentos parece que la realidad se desintegrara pasando muy deprisa sin ser capaz de asentarse  y, para conservar nuestras relaciones (personales o sociales), hay que hacer un gran esfuerzo.
Todo ello genera la sensación de estar atrapado en un torbellino en el que no existe la capacidad para tomar las riendas, las  decisiones apropiadas y meditadas. Así queda un mal sabor de boca porque los vínculo personales suelen estar signados por la precariedad, pero también lo están el trabajo, el acceso a la vivienda. De ello se deriva una subjetividad asentada sobre una pura fragilidad sobrepasada, en la que es muy difícil encontrar un sentido graduable, hecho a una medida u escala que podamos asir. Esta sensación de estar en muchas cosas al mismo tiempo (sin poder abarcarlas todas), se la denomina síndrome ‘windows’. Algo así como lo que ocurre con el sistema operativo: tenemos varias ventanas abiertas de forma simultánea y ocupándonos de múltiples tareas.

Esta actitud es lo que teóricos como Franco Ingrassia llaman: el estado de dispersión, definido como: “un incesante bricolaje existencial, donde la primacía de la inestabilidad multiplica los estímulos ante los que hay que responder y nos obliga a un trabajo de constante actualización de nuestra lectura del medio en el que nos movemos (porque, apenas logramos orientarnos, la cosa vuelve a cambiar y hay que reajustar dicha orientación)”.
Ahora bien, planteado de esta manera parece que el estado de dispersión sólo puede convertirse en el adversario de nuestra existencia como seres contemporáneos. La dispersión no sólo es una cuestión personal porque no sabemos o no somos capaces de manejar nuestras vidas adecuadamente. Como dice Ingrassia: “en condiciones de dispersión no hay cadenas que romper, sino experiencias colectivas que componer y sostener en entornos altamente variables, de modo que, posiblemente, la cuestión pase por pensar en términos de autoorganización y de políticas igualitarias.”

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