Hace tiempo desarrollé una aplicación de gestión para un distribuidor de marisco. Como pasa en estos casos, aprendes mucho de su negocio, porque tienes que entenderlo para poder informatizarlo.
Una de las cosas que se me quedó grabada es cuando me explicó que él no vendía mejillones. “Hay gente que lo hace, porque se mueven muchos, pero tienes que estar todo el día cargando sacos para ganar muy poco”. Este hombre vendía angulas y marisco “de lujo” a algunos de los mejores restaurantes y marisquerías de Madrid, pero también género más normalito a clientes más normalitos. A lo que había renunciado era a vender cosas que supusieran mover muchos kilos para ganar poco dinero por kilo.
Nada es gratis, y vender angulas tiene sus costes. De entrada, una de sus obsesiones con el programa era que le ayudara a controlar las mermas. Unos gramos de diferencia en el peso de unas angulas puede suponer un montón de dinero, así que él quería saber exactamente cuánto había comprado y cuanto había vendido.
Otro problema es que cuando decides vender angulas tienes que conseguir clientes que puedan comprarlas. Cualquier bar de barrio compra mejillones, pero no todos los restaurantes compran angulas. Más aún: al renunciar a vender mejillones te arriesgas a que quien se los compre a otros les compre también los langostinos o las almejas y le pierdas como cliente.
Cualquiera de las estrategias vale. Puedes elegir entre vender “angulas” o “mejillones”. Pero tienes que tener en cuenta las consecuencias. No puedes ir a vender angulas con una furgoneta sucia, ni puedes aspirar a ganar dinero con las angulas si no controlas la merma. Y no puedes aspirar a ganar dinero con los mejillones si no estás dispuesto a cargar muchos kilos al cabo del día. Pero si eres consciente de lo que implica tu decisión, las dos estrategias son válidas.
Lo que rara vez funciona es intentar vender mejillones y angulas a la vez. Si lo intentas acabas deslomado de cargar mejillones y no controlas los gramos de angulas. La furgoneta se te llena de sacos de 20 kilos que como no tengas cuidado se mueven y machacan una caja de langostinos. No consigues buenos precios para las angulas porque mueves pocas y no tienes infraestructura (una furgoneta grande y un mozo que te ayude a cargar) para mover mejillones. Los clientes no se aclaran contigo y no se acuerdan si eres el de las angulas o el de los mejillones, así que llaman a otro.
Un artículo publicado en Desencadenado
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