Los “marketeros” de todo el mundo andan a la caza de los millennials. Las empresas, los editores, las agencias… todos compiten por hacerse con la atención (y los ingresos) de este grupo tan atractivo como difícil de alcanzar, ya que los numerosos estudios que se enfocan en este grupo demuestran que no existe una estrategia infalible para hacerse con esta generación tan especial.
Sin embargo, puede que el panorama se complique aún más. Algunas investigaciones sugieren que es probable que las características de esta generación, así como la fuerza de su poder financiero, se hayan exagerado.Durante un tiempo ha habido muchas voces que apuntaban a que los millennials eran menos propensos a caer en las trampas tradicionales en las que cayeron sus padres (como el matrimonio o las hipotecas a cambio de poseer grandes bienes como coches o inmuebles). Pero ahora que comienzan a aparecer los primeros síntomas de revitalización de la economía, cada vez hay más signos que evidencian precisamente lo contrario.
Por ejemplo, están comenzando a interesarse por comprar una vivienda. Así lo sugiere un informe de Zillow: más de la mitad de los millennials encuestados tiene la intención de comprar una casa en los próximos cinco años, y de todos los grupos de edad participantes, estos son los más propensos a creer que ser propietario de una casa ofrece más libertad que el alquiler. ¿Puede ser entonces que lo que durante tanto tiempo se le ha atribuido a una generación como cualidades inherentes en realidad no sean más que atributos fruto de la realidad económica que han vivido?
Pero todavía hay mucho que aprender de los millennials, como grupo y como una fuerza cultural. La reacción del mercado a su ascenso arroja tres claves sobre cómo llegar no solo a ellos, sino a los consumidores en general:
1. Sepa dónde está su cliente:
El ascenso de los millennials coincidió con la radical reconfiguración de la tecnología del marketing y de los medios. Como primera generación de “nativos digitales”, la fluidez con la que estos navegan por las redes sociales o las normas cambiantes de la vida en general son cosas que aterraban a cualquier “marketero” que sea de alguna generación anterior. Pero todo esa ansiedad que hay sobre cómo hablar a los millennials en un lenguaje que comprendan está nublando uno de los primeros y más simples principios del marketing: estar donde el cliente esté.
En lugar de preocuparse por la “estrategia digital” y las “expectativas de los millennials los “marketeros” deberían centrarse en los básico: poner una gran idea con una verdad humana perdurable donde la gente pueda experimentar. Después de todo, una estrategia digital no es algo misterioso: simplemente se trata de una buena idea con una ejecución digital.
2. Sea fiel a sí mismo:
Conocidos por ser a idealistas y pragmáticos, por encima de todo lo que más preocupa a los millennials es la autenticidad. A medida que más y más marcas quieren cortejar a los millennial, mayor riesgo corren de aparentar ser caprichosas, poco diferenciadas y desesperadas.
Un informe de Forrester evidencia que los compradores millennials no tienen la fuente de ingresos que se presuponía que tenían, es decir, que no tienen poder adquisitivo. Desde 1973, los ingresos reales de los consumidores más jóvenes se han ido reduciendo. El dinero sigue estando en manos de los baby boomers: en 2013 los hogares de más de 55 años fueron responsables de 35% del gasto en comercio minorista en comparación con el 21% de los menores de 34. Por ello, quizá la decisión más valiente (y más rentable) de todas podría ser renunciar a los millennias y fijarse en otros grupos.
3. La vida cambia, la cultura perdura:
Si el boom por los millennial no es más que una sombra, su ascenso debería ser la confirmación de que los grupos psicográficos -y no los demográficos- deben ser quienes lideren el camino cuando se trata de entender a las personas. Con la fragmentación constante del marketing, la atención a las verdades culturales puede ayudar a las marcas a conectarse con los consumidores a un nivel más profundo que trascienda por encima de cualquier edad, sexo, raza…
Una estrategia cultural que intente comprender a los consumidores a través de los valores culturales ofrece el mejor antídoto contra aquellos que pintan a toda una generación con una sola brocha gorda. La gente, no solo los millennials, quieren creer al mismo tiempo tanto que son personas distintas como que también forman parte de algo más grande que ellos mismos. Las marcas que sepan gestionar la cultura sabiamente podrán entregar con eficacia estos mensajes.
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