Si en algo estamos todos y todas de acuerdo es en que no se puede llegar a ser un empresario de éxito sin asumir riesgos, lo que es lo mismo que asumir derrotas empresariales, de las que esperamos aprender para reforzar nuestros conocimientos, y así llegar más lejos cuando intentemos nuevos proyectos empresariales.
No obstante el asunto no es tan sencillo cuando el fracaso implica asumir un elevado nivel de deuda que nos condicione y nos limite para comenzar de nuevo, ya que en muchas ocasiones puede llegar a resultar prácticamente imposible remontar al no poder afrontar los compromisos de pago adquiridos.
Respecto a este asunto, hay una estadística del Fondo Monetario Internacional (FMI) bastante nefasta, ya que junto a Hungría, Bulgaria y Croacia el pequeño club de los países de la Unión Europea que no dan segundas oportunidades a los empresarios, y tiene como causa la 'dura' legislación existente al respecto.
Tal vez se debería trabajar en este aspecto, que en mi opinión justifica la menor mentalidad emprendedora de los españoles, que en comparación con otros países de nuestro entorno, es aquí si cabe mucho más arriesgado. Aunque también se debería establecer unos criterios muy bien delimitados, porque las pérdidas en sentido amplio que generen estos proyectos deben ser asumidos por alguna de las partes, y no creo que un 'default' generalizado e interesado sea la solución.
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