Nos están vendiendo por activa y por pasiva que el emprendedor responde a la figura de un varón joven que crea una aplicación informática en una universidad de prestigio y por el camino se encuentra con una potente empresa de capital riesgo que, encandilado por la idea, le proporciona miles de euros para construir el prototipo de una tecnología que cambiará el mundo, después la empresa crece en un ambiente cool en el que trabajar es lo de menos y se vende a inversores por millones de euros…esta versión idealizada de emprender, más parecida a Eurodisney que a la realidad es lo que puede nublar la cordura de quienes estén tratando de crear su empresa.
Destruyendo algunos mitos
1. Los empresarios son un producto de la naturaleza.
Una creencia común es que los emprendedores nacen y no se pueden hacer, mientras que hay otras corrientes que dicen que se puede enseñar a la gente a ser empresarios/emprendedor. Curiosamente en una investigación de Vivek Wadhwa profesor de la universidad de Stanford realizada a 549 empresarios de éxito en 2009 descubrió que el 52 por ciento fueron los primeros en sus familias inmediatas en iniciar un negocio; aproximadamente el 39 por ciento tenía un padre emprendedor y 7 por ciento tenía una madre emprendedora. (Algunos tenían ambos.) Sólo una cuarta parte de la muestra tuvo inquietudes empresariales durante la universidad. La mitad ni siquiera tenía en mente al acabar la universidad crear un negocio, así que para los que piensen que es fruto de la genética : ESTÁN EQUIVOCADOS.
2. Los mejores emprendedores son jóvenes. Si tienes más de 35 años no eres un emprendedor.
Los inversores pregonan abiertamente su preferencia por los empresarios más jóvenes. Se vincula la chispa de la creatividad y la innovación a los tramos jóvenes de edad, desterrando a los mayores de 35 al ostracismo empresarial por venir con muchas viejas ideas preconcebidas. Pues bien, Jan Koum, el fundador de WhatsApp (la operación de adquisición más cara de la historia) escribió
“Cuando creé WhatsApp con 33 años no tenía ni idea de que sólo tenía 2 años por delante para triunfar”
En el mismo estudio anterior indica que la mayoría estaban próximos a los 40 años y muy pocos menores de 25, incluso el 43,5% tenía dos o más hijos, así que tampoco tenían un colchón de seguridad sobre el que construir su negocio.
3. El emprendimiento requiere de capital riesgo.
Muchos aspirantes a empresarios se lanzan a elaborar planes de negocios con la esperanza de encontrar un inversor de capital riesgo que invierta en ellos, creyendo que, sin ésta financiación, no pueden iniciar una empresa. Este enfoque refleja la realidad de hace unos años en los que los costos de capital para acceder a la tecnología estaban en cifras prohibitivas, pero ahora ya no es el caso.
Hoy en día, se puede utilizar la capacidad y el almacenamiento en la nube, que cuesta prácticamente nada en comparación con las inversiones de hace unos años. Por tanto, el capital de riesgo sigue a la innovación. Si los empresarios lanzan una nueva tecnología que necesite de capital y es atractivo para los clientes, el dinero llegará. No es necesario esperar a que llegue la financiación para empezar.
4. El mundo de la tecnología es para los techies.
Una creencia común es que los CEOs emprendedores deben ser ingenieros y que las humanidades o las artes escapan del emprendimiento por ser disciplinas blandas que alimentan el espíritu pero no la cartera. Estos prejuicios quedan desmontados cuando uno ve como personajes como Steve Jobs dejan patente en su discurso que la tecnología no es suficiente que se necesita un plus vinculado con las humanidades que es lo que hará que los corazones de los clientes palpiten. En resumen puede enseñar a los artistas a utilizar el software, pero es mucho más difícil de convertir ingenieros en artistas. El pensamiento crítico, la comunicación y la validación científica son habilidades que son escasos en el mundo de la tecnología. Y estas son habilidades que son abundantes en las humanidades.
Con estos mitos destruidos lo siguiente es ser coherente y hacerse la pregunta ¿y por qué no?.
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