Toni
Nadal es el tío de Rafa Nadal y su entrenador personal de tenis.
Seguramente, el lector ya habrá oído hablar de él, pues el propio número
1 mundial lo cita frecuentemente como una de las grandes claves de su
éxito. De hecho, el manacorí siempre dice: ‘le debo muchísimo y es el entrenador ideal’.
Quizá Usted le haya visto por TV, abrazando a Nadal tras
una de sus victorias, hablando con él en algún entrenamiento o con
expresión tensa y concentrada, observándole durante uno de sus partidos.
No es una persona que se prodigue en los medios de comunicación ni que
quiera llamar la atención: se limita a desempeñar su papel. Pero su
papel es extraordinario, Toni Nadal lo realiza de modo excelente y los
resultados de su trabajo están a la vista: vale la pena reflexionar
sobre ello.
Por motivos que no vienen al caso, he podido
observar bastante de cerca a Toni Nadal durante un par de disputadísimos
encuentros de su pupilo y conozco su filosofía de trabajo. Es un
profesional sencillamente admirable: humilde, constante, tenaz, con los
pies muy en el suelo. Es un coach excepcional.
Quiero explicar
una anécdota que me llamó la atención, tras el primer partido en que le
vi actuar. Era una final, una gran final, y Rafa Nadal la ganó tras un
match extenuante, demostrando una bravura, una raza y una capacidad de
lucha que sólo un número 1 mundial puede tener. Terminó el partido y su
tío le felicitó, pues había sido una gran victoria. Pero, tras darle un
sincero y emocionado abrazo, le dijo algo que pudo oír sólo la gente
que, casualmente, tuvo la suerte de estar sentada cerca de él. Yo tuve
esa suerte.
Con expresión feliz pero concienciada, Toni recomendó a Rafa: ‘ha salido muy bien pero debemos trabajar mucho más esa volea. Si no, la próxima vez te puede ganar’. Rafael le miró sonriente y asintió, obedientemente, con humildad y mansedumbre.
Me pareció una escena sencillamente magnífica, por parte de ambos protagonistas, y me lo sigue pareciendo ahora.
El gran Rafa Nadal, acabando de ganar un campeonato prestigiosísimo y
dejando patente que iba a convertirse en lo que hoy es, tras un momento
de euforia, había tardado pocos segundos en aceptar una debilidad y se
había propuesto superarla. Toni Nadal, su entrenador, no había dejado
que el tenista se despreocupase y se creyese demasiado bueno: le había
devuelto a la realidad con gran rapidez. Esa reconsideración crítica de
resultados, esa humildad para querer mejorar lo que ya es muy bueno, son
la marca inequívoca de los mejores.
En el blog personal de este tenista, habla su tío y dice:
‘Me
gustaba que Rafael fuera austero. Pasamos muchas horas juntos y fui un
tipo duro con él. No le quedó más remedio que adaptarse a mi forma de
ver la vida. Ya desde los tiempos de los filósofos griegos se
cuestionaba de dónde venía la felicidad y si se llegaba a ella por el
trabajo o el placer. Los estoicos o los hedonistas’, observa Toni,
siempre amable. ‘Yo creo que a la felicidad se llega antes por el
trabajo y la disciplina. Es lo que quisiera de mis hijos. Es mejor para
la sociedad que no tuvieran apetencia de todo: abusamos de lo material.
Eso no significa tener una actitud dictatorial pero en esta sociedad
parece que esté mal vista la disciplina. Y la disciplina, como el
respeto, es absolutamente necesaria’.
Toni felicita a Rafa y
le quiere con toda su alma pero nunca le ha malcriado. Por eso, y por
su talento natural, este tándem está donde está.
Doy clase en
tres universidades, en dos de ellas en el último curso de carrera.
Muchas veces, demasiadas, observo que varios de mis alumnos van a llegar
al mundo laboral con poca o nula capacidad de sacrificio y de lucha,
creyéndose que saben más de lo que saben. Se lo recuerdo y les explico
lo que sucederá. Bromeo con ellos sobre el pésimo ejemplo que suponen
programas como los Reality Show de la TV, en los que una persona se hace
millonaria sin dar un palo al agua, sin ningún esfuerzo, sin apenas
preparación. Supongo que algunos me escuchan y otros no, y sufro por
muchos de ellos, porque les aprecio y sé lo mal que van a pasarlo.
Si son Ustedes coach de alguien, felicítenle y anímenle en los éxitos
pero nunca, nunca le malcríen ni le dejen sentirse superior. Devuélvanle
a la realidad en cuanto haya tenido un ratito para alegrarse, que
siempre va bien. Recuérdenle que debe seguir mejorando y sacrificándose:
en el momento que deje de hacerlo, su competitividad caerá en picado.
Recuérdenle que la vida es muy dura y que nadie es realmente bueno en
algo por casualidad, ni lo ha logrado con sencillez. Díganle que se fije
en los resultados de Rafa Nadal y vea cómo le han enseñado a afrontar
la vida y el trabajo. Repítanle las palabras de un perfecto coach, Toni
Nadal: ‘creo que a la felicidad se llega antes por el trabajo y la disciplina’.
Iñigo Babot
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