Como dice el refrán “la correcta definición del problema es la mitad de la solución”.
Cuando se tiene claro qué se quiere, cuál es el entregable final, es mucho más fácil y coherente establecer el camino para llegar allá.
El problema de empezar por el comienzo
Puede quedar envuelto en montañas de información, hacer grandes análisis, profundos planteamientos y dando vueltas en círculos. Corre incluso el riesgo de terminar desarrollando una solución para algo que ya no es un problema (demasiado tarde) o peor aún, una estrategia que no logra el objetivo (desenfoque).Empiece por el final
Muchos proyectos se postergan indefinidamente porque no sabe por dónde comenzar. Es tan grande y abrumador que sin una siguiente acción inmediata para ejecutar, continuará en la lista de pendientes.Si su meta es incrementar la distribución de su producto, ¿por dónde empieza? Al contrario, si visualiza su producto exhibido en las estanterías y siendo comprado por el consumidor, simplemente tendrá que devolverse, identificar cuál era ese punto de venta, quién le vende a ese punto de venta, cómo era ese consumidor y cómo estaba exhibido.
Si primero lo construye en su mente, será más fácil llevarlo a la realidad. Es como construir castillos en el aire, luego sólo hay que ponerle los cimientos.
Si va a abrir un restaurante piense primero en la experiencia que quiere transmitir cuando alguien entra y ordena un plato. Si va a desarrollar una campaña publicitaria, imagine qué dice la gente de ella, cómo la recuerda y cómo se la cuenta a sus amigos.
Empezar por el final tiene una enorme ventaja, cualquiera sea la estrategia o acción que desarrolle, estará en el camino correcto. No hay nada más frustrante que trabajar arduamente en algo que no funciona
Un artículo publicado en Bien Pensado
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