Hay quienes tienen la creencia que por desempeñar un determinado puesto o responsabilidad exige tomar todas las decisiones por sí mismos.
Este estilo de liderazgo puede provocar un cierto grado de
confrontación con sus subordinados y en el mejor de los casos desarraigo
o desvinculación.
Es evidente que a quien se le paga por tomar decisiones, entre sus tareas, está el poder de decisión
para tomarlas, sin embargo, desvincular al grupo de trabajo del proceso
de decisión no es una táctica correcta. Por eso dar un paso atrás en la
forma de actuar puede ser una práctica bastante fructífera.
Un buen comienzo es reconocer que uno no es infalible,
y por tanto, admitir nuestros propios fallos con nuestro equipo es un
buen comienzo. Tampoco es muy común compartir con quienes forman nuestro
grupo de trabajo nuestros objetivos personales y organizacionales con
ellos, asumiendo que su consecución no dependiesen en gran parte por su
implicación.
Otro aspecto crítico suele ser la incapacidad para admitir que uno no siempre tiene todas las respuestas, y por eso, se necesita de la participación del equipo para obtenerlas y alcanzar las metas y objetivos propuestos.
En definitiva, admitir que uno no tiene todas las respuestas es el principio que nos habilita a tomar conciencia de equipo
y nos permitirá hacer partícipar activamente a todos los integrantes
del equipo en el éxito de la organización, y por tanto, pormover la
implicación de todos los miembros del grupo al compartir objetivos
comunes.
Un artículo publicado en Pymes y Autónomos
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