Si
hay algo determinante para conseguir nuevos clientes, es la confianza.
Para un cliente, es arriesgado comprarte por primera vez: desconoce la
calidad de lo que ofreces, no sabe cómo respondes ante los problemas, no
sabe si el precio es proporcionado…
La
publicidad intenta superar esto con un mensaje del tipo “has visto
nuestra marca en todas partes, somos grandes, muchos nos compran, tú
también puedes hacerlo”. Pero una empresa pequeña, o recién creada, no
puede pagar una campaña promocional que llegue a millones de clientes
potenciales, así que esta solución está descartada.
Otra
solución es usar un canal de venta que ya tenga entrada en el cliente.
Si ves un producto en El Corte Inglés, por ejemplo, supones que tiene un
mínimo de calidad. Si tu asesor fiscal te recomienda una nueva
inversión, supones que ha verificado que es rentable. El vendedor se
queda con una parte de los ingresos, pero a cambio llegas a muchos más
clientes.
Si
tienes suerte y lo haces bien, con el tiempo tus clientes irán
recomendado tu empresa a sus conocidos. Aunque puedes forzar esto con
programas de recomendación, es un proceso lento, y que controlas muy
poco (puedes pedir recomendaciones, pero poco más).
También
puedes usar medidas paliativas que reduzcan el riesgo, como establecer
garantías de devolución o permitir periodos de prueba gratuitos. Estas
medidas son eficaces, pero tienen un coste que hay que medir muy bien,
porque te arriesgas a perder dinero.
Todas
estas soluciones, como veis, son medidas paliativas. Lo ideal sería ir a
la raíz del problema y ser capaz de generar confianza en el cliente.
Que para él comprarnos sea la solución natural a su problema, que sea él
mismo el que esté decida que podemos ayudarle.
Esto
se puede conseguir, pero tiene un precio. No sólo económico, sino sobre
todo en tiempo y esfuerzo. Tradicionalmente la clave era publicar
artículos en un medio escrito o ser ponente en congresos y eventos. Lo
cual tiene el problema de que hay un “guardián” que decide quién publica
y quién habla, y eso es otro obstáculo que hay que saltar.
Pero
ahora Internet ha cambiado todo esto. Ahora puedes tener un blog en el
que demuestres que sabes de qué va tu negocio. Ahora puedes darte a
conocer en redes sociales, responder a las preguntas de tus clientes
potenciales, hablar con ellos, descubrir qué les preocupa, analizar qué
buscan cuando piensan en contratarte, crear nuevas formas de ayudarles.
Ya
no necesitas permiso de nadie para demostrar que eres un experto. Solo
tienes que creer que tienes algo que aportar, y dedicar el tiempo y el
esfuerzo necesario para hacerlo. No es inmediato, pero si realmente eres
bueno en lo tuyo y consigues demostrarlo, la recompensa llegará con
toda certeza.
Está
claro que la página es solo el vehículo, y que si quieres hacer el
viaje tienes que poner combustible y conducir, pero reducir la
complejidad técnica supone salvar la primera barrera. Si tu problema es
el tiempo, compensa que otro te ayude con lo que puede ser más
complicado.
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