Quizás pienses que esto del Branding Personal es un invento moderno o de un grupo de sesudos expertos en “management”, pero nada más lejos de la realidad. Lo que denominamos marca, personal o comercial, no es más que la consecuencia inevitable de un sistema imperfecto y en el que falta información o esta es excesiva (como ahora).
Cuando no tenemos todos los datos para tomar una decisión (o hay demasiadas variables), debemos recurrir a algún atajo o truco que nos ayude a elegir una opción entre varias. Puede que sea relativamente sencillo decidir la compra de un cargamento de azufre o una partida de tornillos. Solo hay que analizar el producto y comparar precios. Cuando eso ocurre, no tenemos que ponernos en manos de algo que se parece mucho a la fe y que llamamos marca.
Cuanto más objetiva sea la decisión que hay que tomar, menos importancia tiene la marca. Lo que denominamos “commodity” se caracteriza por ser un producto facilmente estandarizable e indiferenciado. Tiene unas cualidades concretas, medibles, evaluables y facilmente contrastables. Eso facilita su comercialización y su intercambio. Lo “malo” es que vale lo que vale y no hay ningún factor intangible que eleve su precio. La confianza no juega ningún papel en este tipo de productos porque en caso de duda se analiza y punto.
Cuando hablamos de Marca Personal, también existen situaciones en las que, en teoría, el Branding Personal es irrelevante. Hay profesionales cuyo puesto de trabajo no depende de elementos emocionales o de variables subjetivas. O, al menos, no debería depender del estado de ánimo o de las preferencias de quién selecciona.
Dentro de este grupo están incluidos los funcionarios. Para una persona que quiere conseguir una plaza en la administración, estar en La Red, dar conferencias o hacer networking no va a aumentar las probabilidades de éxito. Alcanzarán su objetivo cuando sean capaces de obtener la mejor puntuación en un examen o de superar unas pruebas. Lo malo es que, a partir de ese momento, la motivación para desarrollar una Marca Personal fuerte es muy probable que se reduzca a la mínima expresión.
Para algunos deportistas, el Branding Personal no les va a ayudar a batir records o a ganar torneos. Esos son datos objetivos que dependen del cronómetro o de vencer al adversario. Luego podrán utilizar la imagen de Marca Personal derivada de esos éxitos para ganar dinero, pero esa es otra historia.
Cuando es realmente útil el Branding Personal es cuando hay que competir con otros profesionales pero no hay elementos objetivos que puedan compararse o cuando existan variables múltiples que hagan imposible una selección clara. Eso es exactamente lo mismo que ocurre cuando hay que elegir un coche o contratar un viaje. En ese momento, la marca, personal o comercial, adquiere su verdadera relevancia.
Creo que la buena noticia es que el ser humano no puede ser “reducido” a un puñado de variables. Siempre vamos a depender de que otros confíen en nosotros o que se establezca una relación de sintonía basada en creencias y valores comunes. Y eso no puede tabularse.
Para R2H2, lo ideal es convertir a los profesionales en un puñado de variables y generar así una absurda y falsa sensación de objetividad. Llevan años inventando pruebas y test de personalidad que creen que son científicas solo porque pueden convertirlas en gráficos de barras. En lugar de encontrar los elementos que nos hacen únicos, se han empeñado en convertir a los profesionales en “commodities” para así reducir su valor a la mínima expresión.
Mi intención es alejarme todo lo posible de aquellas situaciones en las que alguien trate de convertirme en un número, un dato, una estadística o una pieza. Creo que tú deberías hacer lo mismo. Porque cuando permites que alguien te defina por media docena de variables, dejas de ser persona y te conviertes en mercancía barata y sustituible (o barata por ser sustituible).
Un artículo de Andrés Perez Ortega
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