Días atrás se publicó un artículo que hacía referencia a que los pequeños empresarios se han vuelto conservadores con la crisis, en relación a que los nuevos emprendedores, ante la situación económica actual, están enfocando sus negocios hacia los modelos tradicionales en lugar de buscar iniciativas innovadoras más arriesgadas.
Yo siempre he defendido que puede tener tanto éxito un modelo innovador como la repetición de uno ya existente, que el resultado de la actividad empresarial depende, en gran medida, de la gestión realizada de la misma, una vez que ésta se está desarrollando. Sin embargo, me gustaría poner en duda que el mero hecho de recurrir a sectores ya consolidados suponga una reducción de las posibilidades de fracaso.
En otras ocasiones he expuesto la idea de que el modelo de copia no suele dar buen resultado. Un buen negocio debe aportar siempre un valor añadido, el motivo por el que nuestros clientes van a decidirse por nuestros productos o servicios será que nosotros le aportemos algo que no hace nuestra competencia. Por tanto, no podemos esperar que sólo replicando un supuesto modelo existoso, nuestro resultado sea el mismo que el del que estamos imitando.
El motivo por el que optemos por un sector o un modelo de negocio determinado no puede ser que “como a los demás les funciona, a mi también me funcionará”, porque en muchas ocasiones no sabemos, realmente, dónde radica el éxito de esa otra empresa para poder hacer lo mismo.
Puedo entender que mucha gente opte por este tipo de negocios, ya no porque a los demás les funciona o porque parece que son menos arriesgados, sino porque sea un sector que conocemos, con el que tenemos cierta vinculación y que esos conocimientos o experiencia son muy valiosos para que esa apuesta sea ganadora. Ese sí puede ser un motivo para tomar la decisión.
Pero no podemos esperar minimizar el riesgo sólo por el hecho de que es un negocio tradicional y que es más arriesgado montar uno innovador. Las posibilidades de riesgo o de fracaso no varían en esos términos y las variantes que intervienen en la sostenibilidad de una empresa son mucho más subjetivas.
Por eso cuándo estudiemos la posibilidad de montar una empresa, no decidamos a lo que nos vamos a dedicar en función de la sencillez del negocio. Valoremos lo que podemos ofrecer, si estamos capacitados para desenvolvernos en ese sector, si hay competencia y cómo trabaja y, sobre todo, porqué el mercado va a decidirse por nuestro producto y no el de otro. Esa sí es la manera de reducir el riesgo.
En Pymes y Autónomos
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