Admito que me ha costado escribir este artículo e intentaré tocarlo con la misma delicadeza y seriedad que Valérie Tasso, sexóloga y escritora que esta semana se hacía eco de esta reflexión o propuesta futurista que, en realidad, no deja de ser un reflejo de la locura por hacer que el empleado se sienta como en casa.
La autora francesa, con bastante chanza, hace alusión a los estudios realizados por algunos psicólogos en los que se reflejan los beneficios que este acto tan natural tiene entre los trabajadores y que por supuesto, todos conocemos. ¿Pero llegará el día en que ese espacio personal también sea promovido en las empresas cool, como jugar al futbolín?
Las cifras hablan y la naturaleza también
Según una encuesta de Time Out New York, el 39% de las personas que trabajan en una oficina admiten haberse masturbado en horas de trabajo. En otro cuestionario realizado por la revista Cosmopolitan el 2012 el 31% de los hombres aseguró haber practicado onanismo en su puesto.
Esta información que aportaba el año pasado The Huffington Post en su edición española, no creo que sorprenda a nadie. La crítica viene cuando una empresa que quiere que sus empleados se sientan como en casa, llegue a plantearse esta opción porque considera que no sólo es muy moderno que se pueda dormir la siesta, jugar, o tener una sala donde pensar o descansar.
El placer como obligación para rendir más
Nada nuevo bajo el sol, tras unos minutos de placer se liberan endorfinas y uno se siente menos tenso. Hasta ahí, todo normal. ¿Pero, hasta dónde llegan los tentáculos de los responsables de Recursos Humanos para que esa felicidad que forma parte de la intimidad, sea propuesta como mejora en la empresa?
Resulta hasta insultante. Mark Sergeant, maestro en psicología para la Nottingham Trent University, sugería que los trabajadores deberían tomarse descansos para masturbarse como una recompensa tras haber terminado el trabajo.
Que la sexualidad sea vista con normalidad, no es excusa para que nos digan cuándo debemos practicarla
Valérie Tasso, enfoca su artículo desde un punto de vista crítico donde hace hincapié en que si una empresa quiere ver a sus trabajadores felices, con subir el sueldo, mejorar los horarios y la conciliación lo lograrían.
Más que nada (añado yo) para que estas cuestiones queden en el ámbito privado y el cuento de que vivir en una tienda de juguetes hace más felices a los trabajadores. Porque digan lo que digan, la empresa no es nuestra casa.
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