El último movimiento de la empresa ha ido contra otra compañía que creó una colección de zapatos que tenían la suela de color rojo.
La denunciada, la compañía holandesa Van Haren, creó una colección de zapatos de mujer con la suela coloreada (y precios más bajos que los muy caros Louboutin), lo que hizo que el gigante respondiera. Los acusó de estar infringiendo sus derechos de marca y aseguró que poner el color rojo en la suela de los zapatos era algo que solo ellos podían hacer, ya que contaban con una patente - registrada en el Benelux - para blindar las suelas de color rojo Pantone 18 1663TP. Ellos eran, por tanto, los propietarios de ese color y cualquier uso del mismo era piratería de marca.
La denunciada, la compañía holandesa Van Haren, creó una colección de zapatos de mujer con la suela coloreada (y precios más bajos que los muy caros Louboutin), lo que hizo que el gigante respondiera. Los acusó de estar infringiendo sus derechos de marca y aseguró que poner el color rojo en la suela de los zapatos era algo que solo ellos podían hacer, ya que contaban con una patente - registrada en el Benelux - para blindar las suelas de color rojo Pantone 18 1663TP. Ellos eran, por tanto, los propietarios de ese color y cualquier uso del mismo era piratería de marca.
Las acusaciones fueron escalando en la justicia europea hasta llegar a las altas instancias comunitarias, que fallaron a favor del demandado. Una marca no puede registrar como propio elemento que forma parte de la idea general de un zapato, determinaron los jueces europeos, por lo que Louboutin no tiene ninguna suerte de blindaje legal sobre su famosa suela roja. La sentencia volverá ahora a la justicia holandesa para la conclusión final pero, como apuntan en The New York Times, lo habitual en estos casos es que la sentencia europea prevalezca.
Más demandas, pero no más claro
El caso es interesante a la hora de analizar la imagen de marca de Louboutin y cómo se construye, pero también para estudiar dónde están los límites de lo que es y lo que no es protegible. En la industria de la moda, las grandes compañías, pero también cada vez más las pequeñas firmas y los nuevos diseñadores, se enzarzan en batallas legales acusándose de robo y plagio por cada vez más variadas cuestiones y más complejas realidades.
Un diseñador indio ha acusado no hace mucho a Christian Dior de plagio tras ver un estampado que se parece al que él lanzó en 2000 (y que es un estampado de hombres haciendo poses de yoga) y un grupo de 20 artistas independientes se lanzaron a por Zara en 2016 porque veían una copia de sus diseños en productos que había lanzado el gigante de Inditex.
Son solo unos ejemplos, aunque en el mundo de la moda la idea del plagio y de lo que puede ser o no protegido es difusa y complicada. Al final todo el mundo bebe de las mismas tendencias y de las mismas fuentes, así que demostrar la originalidad es muy complejo. Las leyes y las decisiones judiciales no lo ponen tampoco especialmente fácil ya que, como recuerdan en el Times, lo que un juez en una jurisdicción ve claro otro no lo ve tanto. En EEUU, por ejemplo, Louboutin sí consiguió una sentencia blindando sus suelas rojas.
¿Registrar lo inregistrable?
Y a eso se suma que los elementos que una empresa considera que forman parte de su marca, no necesariamente entran dentro de lo que se puede considerar registrable por las autoridades. Las marcas quieren blindar todas esas cosas que los consumidores asocian a ellas, para que su marca esté protegida frente a la competencia, pero a veces las cosas que los consumidores asocian a ellas y lo que entra dentro de lo que forma su identidad es tan genérico o está tan ligado a la vida cotidiana que no puede convertirse en un elemento legalmente protegido, por más que sea una cuestión de esencia de identidad.
Por ejemplo, durante años Harley Davidson intentó registrar el sonido que hacían sus motos al arrancar. En 2000, la compañía dijo que abandonaba la batalla legal para conseguirlo. Un portavoz reconocía que se habían cansado de destinar decenas de miles de dólares a una batalla judicial en la que no veían final. Llevaban seis años peleando en los tribunales estadounidenses para evitar que sus competidores pudiesen 'sonar igual'. "Si nuestros consumidores saben que el sonido no puede ser imitado, eso es suficiente para mí y para Harley Davidson", acababa concluyendo entonces la vicepresidenta de marketing.
Los sonidos sí se pueden registrar como elementos protegidos, pero lo son cuando han sido creados para ello y no cuando son un sonido que casi se podría decir que es orgánico. El proceso es, sin embargo, muy complicado.
Y es que por mucho que las marcas consideren que algunas cosas les pertenecen y que están muy asociadas a ellas, las cosas no están tan claras. Entre los ejemplos de batallas por uso de marcas registradas hay ejemplos bastante claros de acusaciones cuestionables. Así, T-Mobile intentó limitar el uso que los demás hacían del color magenta, enzarzándose en un cruce cartas con Engadget cuando este lo incorporó en su logo, y KFC quiso quedarse con la expresión 'festín familiar' en inglés, demandando a un pub inglés por usarlo en uno de sus menús.
Vía: Puro Marketing
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