Es muy probable que 2017 haya sido (y aún esté siendo) el año de los influencers. Los influencers han estado por todas partes. Por supuesto, han protagonizado la estrategia de las empresas y han entrado en sus posiciones en redes sociales, convirtiéndose en la última gran cuestión que todo el mundo emplea para triunfar en ese contexto. E igualmente por supuesto los influencers han protagonizado anuncios, estudios y conferencias. Han sido el gran tema sobre el que todo el mundo hablaba.
Este creciente interés por los influencers tiene su explicación. Los consumidores se fían cada vez menos de las fuentes tradicionales de información que las marcas empleaban para posicionar sus mensajes. Los anuncios, por ejemplo, se ven con mucha menos credibilidad de la que se veían… cuando acaban por ser vistos. Porque uno de los grandes problemas a los que se enfrentan marcas y empresas es el hecho de que sus mensajes se están perdiendo en medio de un boom de contenidos que los condena al olvido. Los anuncios tienen cada vez menos visibilidad y hasta sus mensajes orgánicos, como pueden ser actualizaciones de sus propios perfiles en redes sociales, acaban en medio de una avalancha de contenidos en los que resulta imposible llamar la atención.
Por eso, los influencers tienen sentido. Por un lado, los mensajes que publican corren menos riesgo de perderse en medio de todo el ruido de información que se mueve en internet. Por otro lado, los influencers tienen a su favor otra cuestión. Los consumidores se creen más lo que estos cuentan. Sus mensajes tienen un cierto sello de garantía. Al fin y al cabo, el influencer no es simplemente alguien con muchos seguidores en redes sociales, sino más bien alguien que sabe de lo que está hablando. El influencer es la voz experta en un tema al que sus seguidores siguen porque lo toman como voz de referencia.
Pero, a medida que avanzaba el año y a medida que todo el mundo parecía estar poniendo un influencer en su vida, no era difícil temer que, en el algún momento, estos influencers se acabasen quemando a ellos mismos. Esto es, se podría usar el refranero popular y lo de tanto fue el cántaro a la fuente que al final terminó rompiéndose. Tanto se ha hablado del potencial de los influencers y tanto se ha empezado a usar que al final la gran pregunta podría ser si se ha gastado ya demasiado su potencial.
El reinado de lo micro
Y por eso quizás el futuro sea el del marketing con micro-influencers. De hecho, como especulan en la revista Inc, los micro-influencers van a ser la gran tendencia de 2018. Las marcas han empezado a darse cuenta de que lo que importa no es la cantidad de seguidores que tenga el influencer de turno, sino la cantidad de engagement que este consiga. De poco importa tener 100.000 seguidores si un micro-influencer logra una respuesta más comprometida.
Esta es, de hecho, la gran ventaja que tienen los micro-influencers frente a los influencers con grandes cifras. Tienen presencias más 'pequeñas', cierto, pero han creado comunidades mucho más efectivas y mucho más activas en lo que a conexión con los consumidores se refiere. Y, de hecho, la clave de esta conexión está en su propia red de seguidores. El tener cantidades más pequeñas de seguidores les permite crear relaciones mucho más estrechas. Los seguidores no son uno más del montón, sino que tienen relaciones más próximas.
Los micro-influencers ya empiezan a ser muy apreciados en cuestiones como la comida, la moda o los viajes, donde las inductrias los están usando más de lo que emplean otros influencers. A eso se suma que los micro-influencers de estos nichos suelen publicar contenidos visuales, lo que hacen que sean un poco más lo que las marcas esperan y buscan.
Cuando no emplean a micro-influencers, las marcas están apostando por el que podría ser el próximo gran grupo de moda, el de los mega-influencers (de 500.000 seguidores para arriba), que logran llevar el mensaje a mucha gente. En ellos, los números sí son el gran peso.
El problema estaría, por tanto, en lo intermedio. Los influencers que están entre uno y otro extremo de la tabla son los que se estarían pasando de moda y los que las empresas y marcas estarían a punto de dejar por lo micro y concreto y lo mega y amplificado.
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