martes, 9 de octubre de 2012

El emprendimiento en España, una actividad demasiado poco importante

«Todo lo que toco se convierte en oro. Al fin y al cabo me inicié en plena Depresión, cuando todo parecía acabado»
(«Las aventuras de Augie March», de Saul Bellow)

Una de las letanías más habituales acerca de los males que aquejan a la economía española hace referencia a la escasa apuesta por las nuevas ideas y a la carencia de espíritu emprendedor.
Evidentemente hay muchos ejemplos que contradicen esa acusación, actuando como excepciones de la supuesta regla, y muy exitosos además, como puede ser la red social Tuenti. 
 
También hay casos de empresas que acaban de comenzar y que tratan de hacerse un hueco. Como Workmunity.com, un portal gratuito de empleo y networking profesional gratuito para empresas y candidatos. O Fidiliti, una startup que acaban de poner en marcha tres jóvenes emprendedores y que es una aplicación para centralizar en el móvil todas las tarjetas de promoción y descuentos de tus tiendas favoritas. Ideas y puesta en marcha, y con premios que reconocen su potencial de crecimiento.

Estos son casos aislados del emprendimiento español, centrados en las nuevas tecnologías que no representan más que una parte del todo de la actividad emprendedora. El quid (y problema) es que significan una vocación aislada en el panorama ecónomico del país, una mentalidad que a base de tanto «grito en el cielo» parece que se ha interiorizado y se quiere revertir. Habrá que ver entonces si el clima invita a ello.

Menos trabas, pero escasa inversión en I+D

«No nos podemos permitir ser uno de los países que impone una mayor carga burocrática a los emprendedores. Es necesario en cualquier momento pero en crisis es más urgente e indispensable porque necesitamos emprendedores y nuevas empresas que creen empleo e inicien la recuperación económica», apuntó el ministro de Economía, Luis de Guindos, acerca de la dificultades para el emprendimiento en nuestro país y la aprobación de la conocida como «licencia exprés».

Desde finales de mayo, cualquiera que desee abrir un comercio de menos de 300 metros cuadrados en su localidad no tendrá por qué esperar a la licencia de apertura que hasta ahora concedía su ayuntamiento. Bastará con cumplir tres pasos burocráticos: la presentación de una «declaración responsable», aval de la viabilidad técnica del establecimiento y el pago de la tasa municipal correspondiente.

La semana pasada, el propio Príncipe de Asturias manifestaba que los jóvenes emprendedores «son y serán fundamentales» en la recuperación del tejido empresarial y la creación de empleo, y reclamó «sin fisuras el apoyo que necesitan». 

Han surgido muchas iniciativas para fomentar esta actividad esencial para la economía de un país, como la propia licencia exprés, programas de financiación de emprendedores, concursos de proyectos e incluso se ha creado la asignatura optativa de «Iniciación a la actividad emprendedora y empresarial», establecida para el próximo curso en los colegios de Castilla-La Mancha. 

Sin embargo, en España el gasto público en I+D+i no supera el 1,39% del PIB y está muy lejos del 2% de media de la Unión Europea, que tampoco además es el paradigma del gasto extremo en innovación. El país ocupa el puesto 18 de los 27 (de la UE) en inversión en I+D+i. 

Esta partida permite desarrollar una industria con mayor valor añadido que se traduce también en mayor volumen de las exportaciones. Una actividad (las exportaciones) que el mismo Guindos consideró como la nueva base del modelo de crecimiento del país, en lugar de la construcción.

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