Hubo unos tiempos, no tan lejanos, en el que en nuestro hermoso país parecía que nunca se iba a poner el sol, en el que la juventud sin estudiar y sin hacer nada más que buscar trabajo en una obra, el futuro estaba (o parecía) más que garantizado y que se podía pasar la mano al que toda la vida había estado estudiando o se había desvivido por superarse. Pero eso niños y niñas, señoras y señores se acabo, ¿y ahora tenemos que pagarlo toda la sociedad?
No, no y no, no creo que nuestra sociedad tenga que pagar las consecuencias (ni los costes) de unos jóvenes que lo apostaron todo al sector del tocho. No creo que toda la sociedad tenga ahora que socorrer a unos jóvenes que se pensaron que lo de la vida es bella no es una película y si un estilo de vida, el estilo de vida del mínimo esfuerzo.
Era tristísimo ver como fardaban con sus coches, y demás, jóvenes que a los quince años habían querido dejar de estudiar, mientras personas que dejaban la vista entre libros se agolpaban en transportes públicos suburbanos y no tenían claro su futuro ni sus sentimientos. Bien los sentimientos si que los tenían claras, se sentían como tontos ante los otros. Pero las tornas han cambiado, y ahora ¿qué?
Pues ahora resulta tristísimo, ver a esa misma juventud que fardaba, permítaseme de su (para decirlo finamente) falta de dedicación, correr despavoridamente (aquí ya no creo que la cortesía valga), para (ahora sí dicen) “labrarse un futuro”.
Pero lo mejor de todo es que quieren que lo paguemos entre todos, quieren que la sociedad les ayude a reubicarse en otros sectores y se quejan del desempleo, mientras critican a los que (en su momento se prepararon) y ahora se van ubicando, mi opinión sobre ayudarles es clara, y la de la persona que está leyendo esto, ¿cuál es?
En Pymes y autónomos
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