Si presionas el interruptor de la luz y no se enciende, puede que la bombilla se haya fundido, pero también puede ser que te equivocaras de interruptor. Aprendemos desde muy pequeños a enfrentarnos a estos problemas aunque a veces parece como si lo olvidáramos.
Un estudio del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) que acaba de publicar la revista Science demuestra que los niños de solo 16 meses saben cuando no son capaces de hacer algo correctamente y entonces piden ayuda. Y cuando descubren que el fallo no está en ellos buscan una solución.
Para analizar la capacidad de aprendizaje de bebés de 16 meses, los investigadores les mostraron juguetes de tres colores -verde, amarillo y rojo.
Cuando un científico accionaba un botón del juguete verde, sonaba música, pero cuando lo hacían los niños, no funcionaba.
Entonces, los pequeños creían que habían cometido un error y entregaban el juguete a sus padres para que les ayudaran.
En cambio, cuando los menores recibían el juguete amarillo y tampoco se oía música, deducían que el juguete no funcionaba y lo intentaban cambiar por el rojo.
Los científicos creen que los niños usan datos estadísticos para saber si han hecho algo mal o si el fallo está en el juguete.
En nuestro negocio nos enfrentamos a diario a situaciones semejantes a las que experimentaron estos chicos.
Situaciones en las que tenemos que determinar si el fallo es nuestro o está en nuestro entorno.
Si tenemos que pedir ayuda o no.
Pero no siempre acertamos con la misma facilidad que lo hacen los niños.
Por eso, quizá sea una buena idea volver a usar datos estadísticos y analizarlos para ver si necesitamos ayuda, tal como hacíamos de pequeños.
Fuente: MIT y Sinc.
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