Naciones Unidas, la Unión Europea y las principales economías del mundo: Estados Unidos, China, Reino Unido, Alemania... sí le están prestando gran atención desde hace una década. Según el Deparment for Culture, Media and Sport del Gobierno británico, pionero en poner en marcha un programa específico de impulso a la economía creativa, en 2008, este sector contribuye con un 7,3% a la economía británica, empleando a dos millones de personas.
Recientemente ha sido publicado el segundo reporte sobre economía creativa en 2010, promovido por Naciones Unidas. Este trabajo lleva como subtítulo A feasible development option, que podríamos traducir como una factible opción de desarrollo, y efectivamente, después de leer el informe, lo es.
En un escenario de crisis, este sector ha seguido creciendo en el ámbito mundial. En 2008, con la erupción de la crisis económica y financiera, mientras que el mercado global se contraía un 12% tras una caída espectacular de la demanda, las exportaciones mundiales de bienes y servicios creativos alcanzaba los 594.000 millones de dólares, con crecimientos superiores al 14% anual desde 2002 hasta 2008.
Pero, ¿a qué nos referimos cuando hablamos de economía creativa? Estamos hablando del sector de actividad que tiene que ver con los bienes y los servicios creativos, dentro de los que se incluirían las industrias culturales y creativas, pero también se abarcarían conceptos que se han desarrollado estos últimos años como: ciudades creativas, ecosistemas creativos, cluster creativos, distritos creativos, clase creativa...
Las industrias creativas, según Naciones Unidas, son los círculos de creación, producción y distribución de bienes y servicios que usan la creatividad y el capital intelectual como input principal. Aunque hay varias clasificaciones sobre qué actividades incluyen o no, nos estaríamos refiriendo a: publicidad, arquitectura, mercado del arte y las antigüedades, artesanía, diseño, moda, cine y vídeo, música, artes escénicas, editorial, software interactivo de entretenimiento, radio y televisión. Otras clasificaciones incluyen los deportes como espectáculo.
Si en un rápido ejercicio ponemos nombres de empresas, fundaciones o creadores españoles a cada una de estas actividades es evidente que nuestro potencial es muy elevado, y el no hacer ninguna acción política significativa en este campo no deja de sorprender. Museo Thyssen, Zara, Mango, Calatrava, Plácido Domingo, Mariscal, Almodóvar, Ecosistema Urbano, Hoss, Pyro Studios, Carlos Ruiz Zafón, Camper, Alejandro Amenábar... son algunos pocos ejemplos consolidados que, junto a "jóvenes" creadores y marcas del sector creativo, nos deben hacer conscientes del valor que nuestras empresas son capaces de generar. Por no hablar de las industrias creativas en español, siendo nuestro idioma el segundo o tercero más hablado del mundo.
Se necesita poner el foco con acciones específicas para poder ayudar a impulsar la economía creativa para que aporte más al PIB y a la generación de empleo. Hasta el momento, si solo hablamos de industrias culturales en España, supondría cerca del 5% del PIB en 2010 y empleo para 800.000 trabajadores. Los resultados podrían ser mucho mejores, pero es necesario destinar recursos, desarrollar políticas y crear plataformas específicas para obtener resultados.
Llevo trabajando más de 15 años en creatividad e innovación. Durante el último ejercicio me he dedicado de forma intensiva al impulso de las industrias creativas, dirigiendo un programa pionero de consolidación de empresas en Madrid, Gran Canaria y Navarra, impulsado desde la Escuela de Organización Industrial. He tenido la oportunidad de trabajar con empresarios y empleados del sector y muchas de sus demandas coinciden con las que aporta el informe de Naciones Unidas. A continuación, expongo siete líneas de acción:
- Mayor formación empresarial específica para la creación y consolidación de empresas del sector creativo. La gran mayoría de los empresarios de este sector tienen formación técnica en su área, pero la falta de formación empresarial les impide hacer empresas competitivas. Esto da lugar a un panorama de pocas grandes compañías e infinidad de microempresas y autónomos. Nos encontramos con profesionales con talento que deciden autoemplearse como necesidad, cuando deberían ser empresarios por oportunidad.
- Trabajar el emprendimiento especializado en este sector en los títulos universitarios y los módulos de formación profesional relacionados. Los planes de estudios forman principalmente empleados y funcionarios, pero dan la espalda a los emprendedores. Es bastante inconcebible con los niveles de desempleo y trabajo precario entre los jóvenes no incidir desde los planes de estudios en el fomento de empresas creativas.
- Productos financieros, capital riesgo privado y público atendiendo a las peculiaridades del sector. Sus proyectos entran en el mismo saco que otros sectores que venden tangibles y, evidentemente, salen perdiendo. Por no hablar de los prejuicios del sector financiero hacia los creativos.
- Programas ambiciosos para orientar a las empresas en exportación de bienes y servicios creativos, así como para la internacionalización de compañías. Hay algún programa, pero muy pequeño, para la industria cultural.
- Estrategias de ciudades creativas que impulsen a las empresas de la ciudad y atraigan a compañías de fuera. Abarcando todo el sector creativo o centrándose en una o varias áreas: ciudad del diseño, ciudad de la industria de entretenimiento, o ciudad de la música, museos y artes escénicas... Cáceres y Bilbao ya se posicionan como ciudades creativas.
- Políticas y programas potentes orientados a la economía creativa, dándole el peso presupuestario y de recursos que puede tener en su aportación al PIB y a la marca de cada territorio. Todos los trabajos insisten en estrategias comunes entre distintas áreas de gobierno como cultura, industria y educación.
- Crear sinergias intersectoriales. Existen múltiples ejemplos de cómo las empresas creativas hacen más competitivos otros sectores. En materia de turismo, unos destinos con una oferta cultural y creativa potente como complemento o alternativa al sol y la playa producen beneficio mutuo; el desarrollo tecnológico vinculado a la difusión de contenidos creativos; el papel del diseño y la comunicación como catalizadores del desarrollo de la economía verde (energías renovables, vehículos eléctricos, envases de productos biológicos...).
Afortunadamente, ya contamos con bibliografía e informes que pueden ayudar a instituciones y empresas a definir hojas de ruta y estrategias. No es mi objetivo tratar de convencer de una clara tendencia mundial: podemos hablar de hechos y no de suposiciones. Simplemente, quiero llamar la atención para no perder más tiempo y reclamar una apuesta de calado para un sector que solo puede aportar magníficas noticias a la economía de nuestro país, a la creación de empleo y al cambio de modelo económico. No perdamos más tiempo y pongámonos a generar valor creativo.
Juan Pastor Bustamante es coordinador del departamento de creatividad e innovación en la gestión empresarial de la Escuela de Organización Industrial (EOI).
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