Una vez un viejo amigo mío que dio una indicación que hoy en la actualidad intento aplicar a rajatabla en mi vida profesional: hemos de poner en valor nuestro trabajo y no hemos de trabajar gratis para nadie, tampoco para nuestros familiares.
Esta recomendación no está basada en un afán recaudatorio desmesurado, ni tan siquiera en un egoísmo sin límite (aunque si así fuese tampoco sucedería nada), esta recomendación está basada en la necesidad de que se respete nuestro trabajo, y que lo hagan incluso nuestros familiares.
No se trata igual (o sí) de que les apliquemos la misma tarifa a nuestros familiares que a clientes ajenos a la sangre que corre por nuestras venas. No se trata tampoco de que un día no le podamos hacer un favor a alguien, pero una cosa es un favor y otra muy distinta es aquella de que conocedores de que tienen a alguien con quien informarse, aprovechen cualquier llamada, contacto con nosotros o reunión familiar para plantearnos sus cuestiones.
Yo lo tengo muy claro, me da igual que sea mi madre, mi tía o quien sea, pero en el momento que se habla de trabajo saben que son unos clientes y les presto un servicio, saben que deben pedirme cita y como con cualquier otro cliente una vez se sienten en la silla el reloj de arena dará la vuelta y empezará a dictar el tiempo, y con él, mis honorarios.
En Pymes y autónomos
No hay comentarios:
Publicar un comentario