El correo electrónico es una de las formas de comunicación imprescindible en cualquier empresa. Es rápido, útil y nos ahorra tiempo. ¿He dicho tiempo? Sí. Sobre todo, si sabemos utilizarlo como lo que es, una herramienta de trabajo. y cuidamos tanto la cantidad como la calidad del contenido.
Ya hemos hecho hincapié en lo importante que resulta invertir unos euros en un correo decente, que permita contestar y leer correos desde un dispositivo móvil y que este gesto quede reflejado en la oficina. Pero ahora, el asunto es esos correos eternos que nos hacen perder el tiempo porque entre compañeros, se piensa que es una red social de ocio más.
Nada es blanco y negro. En ocasiones, disponemos de tiempo y es normal y sano que entre compañeros se intercambien algunas frases que saquen una sonrisa. El problema viene cuando se convierte en costumbre el escribir un correo electrónico con más contenido personal que profesional.
Si ya de por sí, es un ladrón de tiempo. Acudir a la bandeja de entrada y comenzar a leer sobre asuntos que no tienen relación con el proyecto que llevamos entre manos, crispa al más calmado.
Si necesitamos contar algo personal, mejor dejarlo para después del horario laboral, o al menos, no ser tan imprudente de robar tiempo del otro, al que sabemos que está ocupado y no podrá contestar.
Con el correo electrónico sucede lo mismo que en las reuniones, cuanto más breves mejor, al grano, y sobre todo que sean resolutivos. El orden, la precisión y la empatía van de la mano en estos gestos.
En la era donde contamos con más canales de comunicación que nunca, la baja productividad se debe, a esa línea que no queda bien fijada en las empresas respecto a lo que implica tratar temas profesionales respecto a temas personales en horas de trabajo.
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