El día a día del freelance es preguntarse: ¿Para quién trabajo hoy? ¿Qué proyectos tienen prioridad? ¿Cómo me las voy a arreglar para cumplir con todas las tareas? Es una sensación extraña porque al final, por muy organizado que seas, los temas, los problemas, las alegrías y las conversaciones acaban saturando tu cerebro, y en ocasiones mezclándose.
En ocasiones, ese jefe o esa persona que te ha pedido un encargo olvida que no es el único amor laboral de tu vida, que sí, que lo tienes en tu corazoncito pero debes hacerle entender que necesitas dedicar tiempo a otros igual de importantes que él.
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