viernes, 22 de marzo de 2013

Los cuentos… cuestión de fe


Y tú… ¿qué quieres ser de mayor?
Yo… quiero ser cuentacuentos.
¿Os imagináis semejante respuesta a tan equivocada pregunta?
Equivocada porque, como defiende Sir Ken Robinson, lo importante no es lo que uno quiere ser de mayor ni lo que demanda el mercado, lo importante es qué habilidades se tienen para cultivarlas y cimentar en ellas tus quehaceres futuros… claro que esa es otra historia.
A lo que iba ¿os imagináis el drama si, ya con cierta edad y supuesto grado de madurez, alguien responde que lo que quiere ser de mayor es cuentacuentos? ni abogado, ni médico, profesor o futbolista, no, cuentacuentos; el padre de Bastian no lo hubiera entendido ni en un millón de años, en cambio el librero que escondió la novela de la historia interminable bajo el periódico… él sí.
¿Dónde nos lleva esto? de nuevo a lo más primario y esencial del ser humano, la necesidad de creer en algo o en alguien y cifrar en esa fe un futuro mejor. Somos así por más que actualmente nos empeñemos en negarlo, necesitamos la fe para vivir, fe entendida en su sentido más amplio, no sólo fe en un dios o en un demonio, fe en el ser humano, en los sueños, en el intelecto, en la imaginación, en lo que puedes construir con tus manos, en tus padres, en tus hijos… fe en ti mismo o en la vida, fe, incluso, en la realidad y los pies en el suelo, también esa, así de pragmática, que era la fe del padre de Bastian.
El ser humano ansía creer en algo y tomar ese algo como referente en la vida, ¿qué supone acaso creer en el amor verdadero más que tener fe? deseamos mantener la fe de Bastian y salvar el mundo de fantasía… ¿quién no ha pensado nunca un nombre para la emperatriz infantil? Ariadna, murmuraba yo viendo la película primero, en el cine, y leyendo la novela tiempo después.
No es baladí el asunto de la fe, believe que dicen los ingleses, como no lo es el de contar cuentos y ya si somos capaces de contar cuentos que se asienten en la fe…
Si somos capaces de contar un relato arraigado en la fe, construiremos historia a historia, palabra a palabra, una comunidad de fieles a nuestra historia y el objeto de su fe, lo que nos lleva a reflexiones hechas ya en esta columna acerca de la enorme importancia de la veracidad de los relatos para no convertirnos en un nuevo ángel caído.
Los relatos de marca han de ser sostenibles, no vale mentir y no vale por tanto el cortoplacismo, vale la coherencia, la honestidad, la creatividad y la fe para tejer, como dicen algunos que hacía Ariadna, una historia interminable… de éxito, posicionamiento y ventas.


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