miércoles, 12 de septiembre de 2012

¿Cómo sabes que estás trabajando en lo que debes?

Eric Ries cuenta en su libro The Lean Startup que empezó a plantearse el problema de las startups cuando era responsable técnico de una y se dio cuenta que la medida de productividad que se usaba en las empresas consolidadas no servía en la suya. En concreto, él era responsable de programación de una aplicación web, y en el mundo corporativo la productividad de un equipo de programación se mide por las líneas de código que ha sido capaz de producir al cabo de un día.

En un entorno corporativo se sabe con un grado importante de certidumbre qué es lo que hay que hacer: un informe de ventas por familias de producto, una aplicación para que los empleados puedan comprobar su nómina en la intranet, este tipo de cosas. Pero en una startup el equipo de desarrollo puede estar trabajando en una funcionalidad que el cliente no va a apreciar. Y ser extraordinariamente productivo en el desarrollo de esa funcionalidad según al métrica tradicional. Pero claramente el equipo está trabajando en lo que no debe, y dejando de lado otra funcionalidad que podía haber sido clave para conseguir más clientes.

De ahí vino la idea de producto mínimo viable, de experimentar, medir y pivotar lo más rápido y lo más barato que fuera posible. Si no sabes lo que tienes que hacer tu objetivo no debe ser hacer las cosas muy rápido, sino aprender lo antes posible qué cosas debes hacer.

Esto no pasa solo en el tema de desarrollo de una aplicación. Demasiadas veces el emprendedor trabaja horas y horas en temas que al final del día generan satisfacción personal por todo lo que se ha hecho, pero que si se analizan no está nada claro que hayan servido para hacer progresar a la empresa. Por ejemplo, todo lo relacionado con el local, o con la imagen corporativa, o con la constitución legal de la empresa.

Olvídate de todo eso. Tu misión principal como emprendedor no es buscar oficinas, ni amueblarlas, ni diseñar tarjetas de visita o páginas web. Tu misión es, cuanto antes y lo más barato posible, encontrar una solución a un problema. Una solución por la que tus clientes estén dispuestos a pagar, y que te cueste menos que lo que te van a pagar por ella.

Todo lo demás ya llegará, si es que tiene que llegar, cuando sepas que tienes un negocio.

Un artículo publicado en Desencadenado

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